Un nuevo aeropuerto para la Ciudad de México
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La pregunta es simple: ¿La Ciudad de México necesita un nuevo aeropuerto? La respuesta no lo es tanto, porque no se trata de dar una respuesta mecánica a una pregunta basada estrictamente en la exigencia material de movilidad de millones de personas que, por razones diversas, viajan desde y hacia la capital de República.
Desde la perspectiva estrictamente económica, sin duda que la capital mexicana requiere -desde hace ya un buen número de años- un aeropuerto que ofrezca mejores condiciones para el transporte de personas y mercancías.
Sin embargo, la historia reciente del país ha demostrado que el análisis económico es insuficiente para determinar cuál es la mejor respuesta a la pregunta con la cual inicia el presente texto.
El episodio fallido, ocurrido durante la administración de Vicente Fox, durante el cual abortó el intento de construir un aeropuerto alterno para la capital de la República, constituye una buena muestra de que la sensibilidad social debe ser tomada en cuenta antes de tomar una decisión en este sentido.
No se trata de caprichos sociales ni de actos de oportunismo de actores políticos capaces de percibir la necesidad detrás del intento de concretar proyectos ambiciosos en materia de infraestructura.
Pueden leerse así, por supuesto, pero es imprescindible reconocer que detrás de las manifestaciones sociales se ubica un sentimiento de frustración social que tiene razones más que sobradas para reclamar atención por parte de la clase política del país.
Por ello, aún cuando asiste la razón a quienes plantean que hace falta un nuevo aeropuerto para dar servicio a la capital de la República, es imprescindible asumir que un proyecto de esta naturaleza debe ser visto como un instrumento de redistribución de la riqueza y no solamente como una oportunidad negocios para quienes más tienen.
Tal fue el problema fundamental del proyecto que le estalló en las manos a la administración Fox: lo propietarios de las tierras no fueron vistos como “socios potenciales” sino sólo como “víctimas colaterales” a quienes podía menospreciarse sin más.
Se trata claramente de un error creer que por encima de los derechos de quienes son económicamente más débiles pueden ubicarse las ambiciones de quienes pretenden hacer negocios y obtener ganancias.
La obtención de ganancias económicas y los derechos sociales no son posiciones incompatibles. Lo que es incompatible, es que se pretenda maximizar un extremo de la ecuación a costa del segundo.
Si los capitales privados matizan sus ambiciones y los movimientos sociales son capaces de entender la idea de progreso, unos y otros podrán salir ganando en este proceso, lo cual implica que la Ciudad de México pueda tener un nuevo aeropuerto -que mucho necesita- sin que ello implique el atropello de los derechos de los menos favorecidos.