Intolerancia: esa es la base del problema
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Como era de esperarse, la modificación de la legislación civil de Coahuila mediante la cual se formalizó la idea de que el matrimonio no es una figura exclusivamente reservada a las parejas integradas por un hombre y una mujer, sino que admite cualquier configuración de dos personas, ha provocado una discusión pública en la cual han salido a relucir, sobre todo, los prejuicios.
El fin de semana anterior, una agrupación civil, integrada alrededor de una de las diversas concepciones del cristianismo, realizó una marcha para, según lo plantearon sus dirigentes, defender la concepción natural de familia y, desde esa trinchera, manifestar su oposición a la legalización de los matrimonios entre personas del mismo sexo.
La respuesta no se ha hecho esperar -al menos en las redes sociales- y en las últimas horas se convirtió en una tendencia el hashtag #NiUnBurritoMas, mediante el cual se plantea una especie de boicot en contra de la agrupación promotora de la manifestación.
La asociación, denominada Cristo Vive, es conocida porque muchos de sus miembros venden burritos en la calle y de esta forma obtienen recursos para el sostenimiento de las actividades que realizan, entre otras cosas, para apoyar la rehabilitación de adictos.
Los organizadores de la marcha han dicho que no odian a los homosexuales, sino que defienden a la familia, en un intento por presentar su argumento como uno que no se construye a partir de una posición de discriminación.
Quienes promueven el boicot contra los cristianos se asumen tácitamente como defensores de las libertades y de la igualdad de derechos entre todos los seres humanos y, por supuesto, se consideran diferentes a aquellos a quienes critican por sus posiciones discriminadoras.
Sin embargo, el problema de unos y otros es exactamente el mismo: la intolerancia, la falta de aceptación de la diferencia y la incapacidad para discutir con civilidad los temas complejos de la agenda pública.
Los integrantes de la asociación Cristo Vive tienen derecho a tener una opinión respecto de cuál es la idea correcta de familia y tienen derecho a manifestarla y discutirla abiertamente; quienes defienden la posición contraria tienen exactamente el mismo derecho.
¿Cómo conciliar ambos derechos y garantizarlos al mismo tiempo? La primera respuesta a dicha pregunta es: mostrando respeto hacia todas las ideas. La segunda es: haciendo un ejercicio de tolerancia hacia quienes piensan distinto.
Finalmente, la parte más complicada del asunto: todos debemos acostumbrarnos al hecho de que no podemos imponerle a los demás un estilo de vida, ni una moral particular, si en realidad queremos construir una sociedad tolerante, incluyente y justa.
Tales ideas son las que se encuentran en la base de una sociedad inclusiva, es decir, una en donde, por encima de concepciones religiosas, filosóficas o políticas, se encuentran los derechos de las personas y estos, en la medida en que se ubiquen en el ámbito privado de la conducta personal, deben ser respetados de forma absoluta.
Si todos asumimos esta regla como principio lograremos, en primer, lugar, tener una discusión civilizada de los asuntos que a todos interesan.