Volver a la realidadla promesa
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Jesús Carranza
El inicio del ciclo escolar nos vuelve a la realidad. En vacaciones no hay horarios restringidos, se puede respirar un aire de paz, fluye el tráfico vehicular sin rudezas. Rinde el dinero y baja el estrés. Esto se acabó.
Desde el domingo en la noche, los estudiantes de todos los niveles, se alistaron para iniciar sus actividades escolares. Hay esmero en tener al punto los útiles, bolear zapatos y planchar uniformes. Las familias se organizan para dejar a sus hijos en las escuelas y volver a sus actividades cotidianas.
La madrugada del lunes, sonaron despertadores, lo que originó un combate interno entre la responsabilidad de levantarse y el reloj corporal que se resiste a moverse, la cama, se convierte en el ancla que te hunde en las profundidades del sueño.
Poco antes de las 7 de la mañana se encienden los motores, se arremolinan en el auto mientras el papá o la mamá no dejan de sonar el claxon apurando al que siempre sale al último, despertando a los vecinos que ya no tienen hijos en edad escolar.
Los vehículos invaden las calles conducidos por mujeres y hombres desesperados. Algunos niños todavía van desayunando su huevito en el auto. Luego se limpian la boca y las manos en el asiento del auto ante la mirada y el grito ensordecedor del padre.
Otros salen más temprano de casa para tomar uno o dos autobuses.
Allá van todos. Unos pasándose los altos y los semáforos en rojo. Acordándose de las mamacitas de otros conductores. Es imposible no ver a la distancia autos donde van hermanos peleando, el padre manoteando y la madre con un gesto de grito continuo.
Después de sortear el tráfico llegan a los templos del conocimiento. En algunos colegios, se hace una enorme fila de coches, mientras las maestras reciben a los estudiantes en la puerta, saludan amablemente, en inglés, toman de la mano a los alumnos, los ayudan a bajar y los conducen con muy buenos modales hasta el interior del colegio. No sin antes recibir de sus papis toda suerte de bendiciones.
En otras escuelas la llegada de los niños se hace en doble fila. El prójimo que circula por esas calles tiene que soportar, con estoica paciencia, que esas madres tan protectoras de sus nenes los bajen del auto y los dejen en la entrada de la escuela.
Descienden del coche para ayudarlos, dejan las puertas del vehículo abiertas. Con su celular en mano se toman una foto y la suben de inmediato al Face con frases para la posteridad: Cómo vuela el tiempo. Pablito ya va a tercero de primaria. No lo puedo creer, qué emoción
Algunas de estas mujeres y hombres, después de dejar los hijos en la escuela, irán al gimnasio a intentar bajar esas llantitas que están de más. Se atavían en elegante ropa deportiva, tenis Nike, diadema Adidas y su inseparable botellín de agua roja que, según las recomendaciones, es altamente reductiva y diurética. Aunque son incapaces de estacionarse a unos metros de la puerta de la escuela y caminar para no entorpecer la vialidad.
Algunas mujeres, por las prisas, mientras conducen, se van peinando, se pintan los labios, se quitan los tubos; porque después de dejar a los críos, se van directo a la oficina.
Los que no van al gimnasio, ni a almorzar con los amigos, ni a la oficina, se bajan de su auto, algunos enfundados en batas de dormir muy llamativas y pantuflas afelpadas, se arremolinan en la puerta de la escuela, aferrados a la reja, para ver que los niños ya están adentro de los salones.
En México, este ritual se va a repetir todos los días del ciclo escolar hasta el final de los tiempos.
@Jesus_CarranzaO