Violencia silenciosa; valora a tu prójimo
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La ingratitud hacia las personas de la tercera edad, particularmente hacia padres y abuelos y esa generada por las empresas que desechan personas, es una de las más crueles formas que los humanos nos hemos inventado para nuestra propia desgracia
He descubierto un escrito de autoría desconocida digno de compartir: Da gracias porque no tienes todo lo que deseas. Si así fuera, ¿qué sería lo que quisieras alcanzar? Da gracias cuando no sabes algo porque te da la oportunidad de aprender. Da gracias por los tiempos difíciles. Durante esos tiempos tú creces. Da gracias por tus limitaciones porque te dan la oportunidad para mejorar. Da gracias por cada nuevo desafío porque desarrollarás tu fortaleza y carácter. Da gracias por tus errores. Ellos te enseñarán valiosas lecciones. Sé agradecido cuando estás cansado y agotado porque significa que has hecho una diferencia. Es fácil ser agradecido por las cosas buenas. Una vida llena de plenitud llega a los que son también agradecidos por los contratiempos.
La gratitud puede cambiar lo negativo en positivo. Busca una manera de dar gracias por tus problemas y ellos se convertirán en tus bendiciones.
Muy cierto, existen seres humanos capaces de agradecer por lo que tienen y por lo que no tienen, son los que entregan lo mejor de ellos mismos; pero también los hay ingratos, que sencillamente no saben agradecer ni siquiera a las personas que les dieron la vida. Ellos ignoran que la gratitud lo cambia todo, porque es un valor que transforma a la persona desde adentro.
Lobo insaciable
Existe una fábula que describe a un lobo insaciable al cual se le atascó un hueso en la garganta. Viéndose en semejante situación rogó con mil promesas de futura gratitud, a una cigüeña que se lo extrajera para evitar así la muerte.
Oye- le dijo- tú que tienes un pico muy largo, bien podrías quitarme este hueso que me ahoga. Hazlo por favor, que yo siempre sabré recompensar tu servicio.
Conmovida la cigüeña por las súplicas del lobo y confiada en sus promesas, le sacó el hueso con suma habilidad; y luego, terminada la operación, le pidió un pequeño servicio, a lo cual, el lobo mostrándole los feroces dientes contestó:
¡Cuán necia eres tu cigüeña! Después de que he tenido tu cabeza entre mis dientes ¿Aún me pides premio mayor que el perdonarte la vida y dejarte libre para contar que pusiste tu vida entre mis dientes?
Crueldad extrema
La ingratitud es amnesia del corazón, es la lepra que enferma el alma de las personas haciéndolas actuar inhumanamente.
La mayoría de las sociedades considera que una de las peores ingratitudes es la de los hijos hacia sus padres; ese desagradecimiento es antinatural. Basta observar el cuarto mandamiento de la Iglesia católica, o recordar la parábola del Hijo Pródigo, para constatar que desde siempre la ingratitud ha sido considerada como un mal perverso y que, en este caso, un hijo ingrato invariablemente es visto como una persona sujeta a redención, que se le exige una rápida rectificación so pena de vivir en la ignominia y total deshonor.
Indudablemente, una de las más crueles de las ingratitudes que deriva en silenciosa de violencia es la de los padres abandonados por sus propios hijos y en México las cifras son escalofriantes: según el DIF, seis de cada 10 personas de la tercera edad que ingresan a sus centros gerontológicos, presentan rechazo o total abandono de sus hijos. Por su parte el Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores menciona que tres de cada cinco ancianos sufren violencia dentro de su familia.
Es muy grave que en México crezca la cifra de padres ancianos que son literalmente abandonados por sus hijos. Esto representa un problema ético urgente de atender.
Es verdad: infortunadamente, personas que construyen, que generan riqueza por muchos años, que se matan trabajando, tarde o temprano, será la ingratitud el pago que recibirán por su labor. Muchos de ellos están destinados a vivir en completa soledad, sin asistencia alguna, ni llamadas telefónicas, ni visitas periódicas, carentes de caricias fraternales por demás esperadas.
La inutilidad
Existen también que organizaciones muy competitivas olviden a los seres humanos que durante años permanecieron fieles a ellas, que ignoren a personas que, en muchas ocasiones, desdeñaron ofertas de trabajo por creer en su empresa, porque de corazón estaban convencidas que ahí podían entregar su vida y así hacer la diferencia.
Es frecuente la ingratitud con personas que lo entregaron todo por sus empresas, pero que un mal día, ellas se encontraron con algún matiz de la siguiente novedad: ya no eres útil, y entonces todo ese tiempo de permanencia y lealtad, en un segundo, se va por el resumidero junto con una vasta experiencia. Me pregunto ¿qué pensarán los que se quedan?
¿Cómo es posible que esta situación haya invadido a tantas organizaciones? ¿Bajo qué humanismo fincan su existencia las personas que toman esas decisiones? ¿Pueden considerarse responsables las empresas que desechan a las personas como si fuesen objetos? ¿Vale tanta ingratitud con las personas que han sido fieles con su labor?
Desmemoriados
Los ingratos no conocen humanismo alguno, o en todo caso solo en palabras, en retórica vacía e hipócrita. Los ingratos carecen de memoria y en muchas ocasiones se confabulan con otros lobos para dañar a personas que se han apegado a una causa, oficio o empeño. El ingrato â persona u organización - traiciona lo más sagrado que existe entre las personas: la confianza y la lealtad.
No es faena
Estoy cierto, es difícil asimilar las consecuencias de la ingratitud, pero hay que saber que es inútil esperar que los lobos finquen su obrar en el bien (aunque se vistan de corderos), ellos jamás corresponden, nunca corresponden; pero apunto que esta realidad es paradójica, porque creo que saber de ingratitudes en mucho enriquece la existencia, pues esta madurez encierra la comprensión de una tremenda realidad: el servir â como diría Gabriela Mistral â no es faena de seres inferiores y que Dios, que da el fruto y la luz, sirve, y que pudiera llamársele así: Él que sirve. Por consiguiente, es menester comprender que se debe hacer sencillamente el bien, sin esperar recompensas de nadie, porque el bien y la distinción son implícitas, independientemente de la desilusión futura.
Esperar algo a cambio en el ámbito laborar puede socavar la generosidad personal. Es mejor saber que una persona generosa y laboriosa seguramente sufrirá ingratitud, pero que, en todo caso, existe algo superior que nadie a ella le podrá quitar: la emoción de dar, el placer de servir, sentimiento que los ingratos - al tener castrado el espíritu -, son incapaces de sentir, y es ahí donde residirá su condena.
La ingratitud añade mérito a las buenas acciones, pues es mil veces mejor crear ingratos que dejar de hacer lo que se debe de hacer, que abandonar la oportunidad de servir y de ser.
Enriquecer la existencia
Las personas felices son las que saben ser ellas mismas. Las que se sienten útiles, pues saben que servir es la renta a pagar por la fortuna de disfrutar la existencia, inclusive sus sinsabores.
Alguien dijo que la ingratitud proviene de la imposibilidad de pagar, pero yo agrego que al final comprender tarde es como jamás haber comprendido. ¿Qué acaso esto no implica pagar algún saldo pendiente? ¿Habrá mayor tragedia humana? ¿Existirá mayor angustia que vivir las consecuencias de la ingratitud?
Desafortunado invento
Efectivamente, todo se paga; como el caso del lobo de la fábula, su castigo es evidente: por siempre será considerado un animal traicionero y malagradecido, aun cuando de cordero se vista.
Agradecer es uno de los verbos más poderosos que encarnan el proceder de las buenas personas, es un verbo que recupera mucha de la humanidad perdida. Es una palabra que enriquece la existencia de quien lo pronuncia y enaltece a quien la recibe.
La ingratitud hacia las personas de la tercera edad, particularmente hacia los padres y abuelos y también de esa generada por las empresas que desechan personas, es una de las más crueles formas de violencia silenciosa que los humanos nos hemos inventado para nuestra propia desgracia.
cgutierrez@itesm.mx
Programa Emprendedor
Tec de Monterrey
Campus Saltillo