Valorar y celebrar la vida
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Habrá un repique unánime de campanas en todo el territorio diocesano.
Será a las 12 de la tarde del 25 de marzo. Es la hora de la Anunciación. La hora del Angelus. Rememora el momento en que el Verbo divino, la segunda persona en la Trinidad, se encarnó en María, de Nazareth.
Se inicia así la campaña para valorar y celebrar la vida. Especialmente la vida humana, desde su inicio natural hasta su término, desde la vida intrauterina de la gestación humana prenatal, iniciada por la unión de espermatozoide y óvulo -la concepción- hasta la decrepitud, pasando por niñez, adolescencia, juventud, edad adulta y senectud. En todas las etapas la vida humana se valora, se respeta, se defiende, se custodia, se promueve y se celebra.
Con las campanadas se convoca a mujeres que deseen la maternidad, o estén en la etapa de gestación o que puedan llevar a sus bebés de nacimiento reciente. Después del rezo del Angelus, en que se recuerda el anuncio que hizo el ángel a María, en todos los templos se impartirá a ellas una bendición especial.
En todo el tiempo de la campaña se tendrán encuentros y coloquios, disertaciones y grupos intersubjetivos de reflexión y diálogo. La campaña aprovechará la gran difusión de prensa, radio y televisión así como la algarabía de las redes sociales para reforzar el corazón de toda la comunidad y lograr la valoración de la vida humana digna y justa.
Instituciones educativas, hospitalarias, centros de readaptación social, clubes de servicio y organizaciones ciudadanas podrán unirse a la campaña, en el ámbito de sus tareas, motivando a su membresía.
Se detectarán los riesgos y los ataques que amenazan la vida en su existencia y en su dignidad. La conciencia social podrá enriquecerse con actitudes responsables renovadas y con rectificaciones de tendencias o hábitos nocivos.
Hay muchas muertes evitables. Hay innumerables vidas marginadas, discriminadas, excluidas de los bienes básicos, cuya dignidad ha sido olvidada. En las periferias urbanas se dan condiciones inhumanas. Solo podrán removerse por la acción de una solidaridad generalizada.
Urge la paternidad responsable y madura, la estima de la propia vida para evitar decisiones equivocadas. Hace falta un creciente cambio de condiciones indignas de la vida humana en vivienda, alimentación, trabajo, educación y atención médica.
La persona humana en su vida diaria en todas las épocas de su existencia, merece una vida libre, justa, digna, saludable y próspera. Entonces la celebración de la vida puede ser una alegría unánime, en un clima de paz y felicidad auténtica...