Un debate que revela y denuncia
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El debate acerca del salario mínimo explotó en medio de la publicidad previa al informe presidencial que anuncia, como en otra ocasión un preparémonos a administrar la abundancia, un México reformado para disfrutar la riqueza de la energía, de la educación, del trabajo, de los medios de comunicación y de la Hacienda Pública.
Por poco nos convencen esos mensajes de abundancia anticipada, cuando explotó la denuncia de lo miserable del salario mínimo, como un terremoto que descubre una violenta fractura estructural debajo de la superficie del entarimado económico-político-social de la nación.
¿Cómo es posible que los políticos, académicos e intelectuales progresistas no se dieran cuenta hasta ahora de que con ese salario no se puede sobrevivir? Probablemente porque ninguno de ellos recibe un salario mínimo y sin experiencia de miseria no tienen conciencia ni conocimiento de la miseria humana.
¿Cómo han sobrevivido los que están sometidos a ese salario mínimo? No protestan, no se rebelan, no denuncian esa limosna. Una hipótesis es que ellos desde tiempos ancestrales conciben el trabajo como una obligación con el patrón y el salario como una limosna que no se merecen con su esfuerzo, y se contentan con la buena voluntad del patrón. Otros ya conciben un salario mínimo mancomunado, es decir tanto del esposo como de la esposa. Este no es el equivalente a lo que en Ética Social se llama salario familiar, o sea aquel salario que se necesita para que una familia determinada pueda vivir (no solo sobrevivir) de manera dignamente humana. Otros, casi un 25 por ciento, prefieren obtener su ingreso de empleos informales por la sencilla razón de que ganan mucho más de esa manera que sometidos a la nimiedad de lo mínimo. En ese empleo informal hay que incluir también a los narcotraficantes, secuestradores y demás corruptos informales y formales.
¿A quién ha beneficiado ese miserable salario mínimo? A todos los que consciente o inconscientemente se guían por la cultura Neo-Liberal que sacrifica la satisfacción y el desarrollo humano por el aumento de las utilidades de los accionistas, que somete la dignidad humana a la productividad competitiva y codiciosa, que sacrifica la vida familiar en el altar del dios dinero, que enajena la educación y la cultura con un consumismo hedonista intrascendente, en fin que en lugar de adecuar el dinero para el hombre y su familia, sistematiza al hombre y su familia para los intereses del dinero.
¿A quienes ha perjudicado esta cultura de mínimo salario? A los pobres los ha hecho miserables, a los desempleados los hace informales o limosneros, a las familias las des-madra y desintegra, a los ignorantes los hizo mano de obra, a los obreros los robotizó, a los campesinos los hizo ejidatarios, a los maestros los convirtió en capataces, manifestantes institucionales, o aviadores.
El salario es un indicador de la grandeza de un país: un salario digno es mensaje de dignidad humana, un salario justo es indicador de la conciencia de justicia de una sociedad, un salario familiar es una señal inequívoca del valor y aprecio que tiene la familia (propia y ajena) en la economía y la política sana... un salario mínimo es indicador de una cultura codiciosa, pichicatera, hipócrita, explotadora y corrupta.