Una semana después del debut
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Papá, después de recibir tantos comentarios en las redes sociales sobre mi columna en El Gráfico, definitivamente vale la pena continuar con la interesante y difícil historia de tus inicios como El Santo.
Sobre todo porque el público que leyó la columna en que hablo de tu debut quedo fascinado. Creo que muchos de nuestros lectores son muy jóvenes y desconocen esta valiosa información, por lo que me escribieron para decirlo y para darle seguimiento a los sucesos ocurridos hace 73 años en el mes de julio y agosto de 1942.
Por eso te pediría que nos platicaras que sucedió durante esa semana después de la lucha de tu debut.
Bueno hijo. Esa noche, al bajar del ring, me sentía profundamente satisfecho por haber debutado como El Santo; sin embargo también me sentía molesto por haber perdido la lucha y algo desconcertado porque camino al vestidor el público me ofendía, me lanzaban injurias y todo tipo de objetos.
Al entrar al vestidor, don Jesús Lomelín me miró fijamente y supuse que me iba a regañar, pero inesperadamente me abrazo y al mismo tiempo que me decía ¡Felicidades muchacho! Haz logrado tu encomienda que era la de hacerte odiar por el público
¿Qué pasó después papá?
Después de la ducha, salí camino a casa y algo más me fortificó. Un periodista de nombre Jesús Castañeda Y Esquivel tropezó conmigo en la puerta de los vestidores. Me dijo que sería un gran luchador, que comenzaba estupendamente. ¡Era la primera frase amable de un extraño! Ese periodista, con el tiempo fue uno de mis mejores amigos y mi compadre.
Cuando regresé a casa, saludé a tu madre y apenas pude meterme a la cama. Le pedí unos fomentos de agua para los moretones que abundaban en mi cuerpo y entonces ella me pregunto; ¿Fue duro? Yo moví la cabeza y le conteste que no y me quede profundamente dormido
¿Y al siguiente día que sucedió?
A la mañana siguiente ella leyó horrorizada los encabezados y crónicas de los diarios deportivos que me llamaban El Salvaje Hipócrita, desconocía el deporte y tuve que explicarle las vicisitudes y las trampas. Desde entonces vivió al pendiente de los periódicos y las revistas y constantemente me expresaba lo orgullosa que se sentía de mi al verme triunfar, pues nadie mejor que ella sabía las inmensas penalidades que viví al principio de mi carrera.
Las discusiones se armaron en el café, en centros de lucha, en gimnasios y las interrogaciones con las que han vivido muchos empezaron ¿Quién es El Santo? Nadie, ni yo mismo imagine el destino maravilloso que me esperaba al portar aquella tosca máscara plateada. La gente estaba indignada porque el nombre de batalla parecía inadecuado y absurdo para un luchador recio, rudo e implacable, tal y como me calificaban los expertos.
¿Te presentaste el
siguiente domingo?
Si. El segundo combate fue el domingo 2 de agosto contra Dientes Hernández, había mucha expectación de verme en el ring después de lo sucedido el día de mi debut. La bronca se repitió, después de darle una golpiza al maestro de Huichapan llego la descalificación. Las crónicas decían que yo era un rudo incorregible y fue así que me convertí en un escándalo viviente de las funciones dominicales de la Arena México.
Creo que convencí aún más a los aficionados de mis rudezas cuando obtuve mi primer triunfo ante Lobo Negro, considerado un villano de polendas, esto sucedió el domingo 9 de agosto.
En otra ocasión nos platicas lo que sucedió el domingo 16 de agosto, pero quiero preguntarte ¿Por qué usabas mallas de colores diferentes?
En mi debut el color que elegí para mis mallas fue el negro porque necesitaba portar algo oscuro ya que como sabes lo hice como rudo. Tiempo después utilice otros colores en las mallas, como el azul y el verde, pero siempre en tonos oscuros. Sin embargo las zapatillas, la máscara, el calzón y la capa siempre fueron grises.
¡Gracias papá, estoy seguro que nuestros amigos han disfrutado al máximo esta inigualable charla!
Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras.