Una marcha por la vida
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Se prepara en Monclova una marcha por el valor de la vida.
Es parte de la campaña diocesana que se ha iniciado en un tiempo en que toda vida parece amenazada.
No solo la vida humana. El calentamiento global que lleva al cambio climático ataca ya los sistemas ecológicos. Se denuncia la desaparición de especies animales, la deforestación y desertificación del planeta. Se vicia la atmósfera con la contaminación de las chimeneas sin filtro y de los mofles sin revisión. La escasez de agua potable se convierte en una alarma creciente. También el neoliberalismo globalizado acentúa las desigualdades y concentra los satisfactores, marginando mayorías. Millones de vidas humanas son excluídas del acceso a los bienes básicos.
El crimen del aborto se postula, en casos problemáticos, como falsa solución legalizada, facilitando el injusto sacrificio de vidas inocentes e indefensas. La situación mundial de la migración ha producido una escandalosa exterminación de trabajadores en tierra y en mar.
Pierre Teilhard de Chardin S.J. fue un jesuita paleontólogo y filósofo que aportó a la humanidad una visión personal y original de la evolución. La ve como un avance hacia la vida consciente. La materia intenta una mayor complejidad para un grado mayor de conciencia. Desde la litosfera, pasando por la biosfera hasta llegar a la noosfera, en la que aparece -en el planeta- el conocimiento racional por el don divino del espíritu. Señala también la cristosfera en una visión, no solo científica ya, sino filosófica y teológica, totalizante y unificadora.
Es la biosfera, en la que despunta la vida humana, la que sufre ahora el mayor riesgo. Las condiciones necesarias para la conservación y el desarrollo de toda vida se ven asediadas por violencias tecnológicas, económicas, políticas, legislativas y fanáticas. Se dice que el salvaje no es el que vive en la selva sino el que la destruye. Que la Tierra no es nuestra sino que somos nosotros de la Tierra. Y se llega a preguntar âante tanta torpeza perniciosa de desaseo y devastaciónâ si habrá, en verdad, vida inteligente en este planeta.
La comunidad de fe toma conciencia del valor de la vida y usa la manifestación y la marcha âsin pintas, bloqueos o flamazos ni destruccionesâ para gritar ¡viva la vida! Un grito que ha de llegar a la conciencia de esta generación, homicida y suicida, en que todavía el mayor riesgo lo corren las vidas más pequeñas, las más débiles y vulnerables por quedar a la intemperie, sin protección física, jurídica o ética.
Las arenas hacen montañas, los ladrillos edificaciones, los gritos hacen un clamor cada vez más potente y universal... Todos y todas somos responsables de esa maravilla de la creación que es la vida, y la vida humana por la dignidad adiciona que le da su espíritu y su trascendencia.....