Una línea muy delgada
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Es muy delgada la línea que separa el perfil psicológico del policía y el delincuente, desde luego que en Noruega o Suecia es otra historia, pero la realidad local nos muestra una y otra vez cuan común es que los grupos delictivos estén integrados por quienes alguna vez formaron parte de las fuerzas del orden.
Basta dar un vistazo al currículum de los principales cabecillas de la delincuencia organizada para entender el punto: Miguel Treviño Morales, uno de los líderes y fundadores de los zetas, fue policía judicial en Matamoros, Tamaulipas; Heriberto Lazcano, también líderes de la misma organización delictiva, formó parte de Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales, un escuadrón de élite de la Secretaría de la Defensa Nacional; Arturo Guzmán Decena, exteniente del Ejército a quien se le atribuye la formación de la escolta del entonces líder del cártel del Golfo, Oziel Cárdenas.
Son tan difusas las fronteras entre quienes transgreden el orden y quienes lo deberían resguardar que se volvió frecuente descubrir corporaciones enteras a sueldo de la delincuencia.
Es evidente el peligro que implica crear nuevos grupos policiales de élite, sin embargo, en su momento las autoridades estatales y municipales se vieron obligadas a correr ese riesgo para frenar una situación de inseguridad ya insostenible, fue así que nació el Grupo de Reacción Operativa Municipal y el Grupo de Armas y Tácticas Especiales de Coahuila.
El GROM y el GATE cumplieron con su función, para hacerlo se tomaron ciertas “libertades” y así mientras la delincuencia fue disminuyendo la laxitud en el control de estos grupos, da la impresión, que fue aumentando; algunos incidentes, como enfrentamiento con otras corporaciones y “rescate” de compañeros detenidos, así lo muestran.
El asunto alcanzó su punto más alto este fin de semana cuando la Marina Armada de México detuvo a Víctor Manuel Aznar Trejo, Comandante Segundo y al oficial Fermín García Cervantes, quienes presuntamente son responsables de asesinato de tres personas. Aparentemente los detenidos también tenían en su poder distintas cantidades de droga. Posteriormente trascendió que otros elementos del mismo grupo ya no se presentaron a laborar.
En los meses previos a estas detenciones la percepción de inseguridad se incrementó ante una serie de asaltos a mano armada en lugares públicos, hasta el momento no está plenamente acreditado quienes fueron los responsables de la reciente ola delictiva.
El tema no es menor y no es fácil de solucionar, la desarticulación de los grupos especiales es ineludible, pero si se realiza en este momento desaparecería la contención para la delincuencia organizada, llámese cártel del Golfo o Zetas; además, ¿A qué se dedicaría los elementos despedidos? Manejan las armas, conocen el modus operandi de los delincuentes y las estrategias de la policía.
En todo caso, los integrantes de estos grupos especiales paulatinamente deberían pasar a estructuras administrativas con responsabilidades distintas al manejo de armas y tácticas.
El problema no es sencillo y no es para mañana, hoy ya está en los escritorios de quienes tienen la responsabilidad de tomar decisiones.
twitter @bebefuerza
columnaacropolis@gmail.com