Tigres es otro espejismo
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A Tigres, con su futbol tan cuadriculado, le resulta conflictivo modificar patrones. En lo general, en todo el ciclo Ferretti, bajo ninguna circunstancia en el juego, le ha despertado al equipo ese interés de hacer algo para variar. Tampoco al DT se le suelen caer tan fácilmente las ideas.
Esta particular característica que distingue a Tigres es mucho más notoria bajo condiciones obligadas, es decir, cuando el desarrollo le pide a gritos romper el molde e intentar proponer algo distinto para tratar de igualar, remontar o asegurar un resultado.
Salvo algunas contadas excepciones en los últimos torneos, Tigres siempre ha actuado igual, por instinto y dejándose llevar por los laberintos del partido.
Todo arranca de un previsible plan âsúper conocido a estas alturasâ, pero a falta de una sólida iniciativa propia, son las variables del trámite las que le ayudan a capitalizar los beneficios.
Si el rival se repliega, Tigres avanza y da la sensación de que gobierna la escena. Si lo atacan, se defiende como puede. Si el juego le permite tirar centros, lo aprovecha de manera compulsiva. Si debe lanzar pelotazos, salta las líneas cuantas veces lo amerite y si para llegar al gol debe depender de un accidente o pifia adversaria, no se ruboriza. Hace rato que esta camiseta ha dejado de imponer; hoy se sirve de lo que encuentra en el camino.
El punto es que Tigres suma por muchos otros factores, menos por su futbol. En esta recta final del torneo el equipo está inflando el pecho por una racha de buenos resultados, pero la forma en que lo hace es cuestionable. Se trata más de una fantasía que de una realidad fundada en aciertos del sistema.
Los últimos dos triunfos âante Veracruz y Cruz Azulâ confirman el análisis. Ejecución táctica monótona y previsible como siempre, goles que han asomado de la nada y rivales generosos, displicentes y poco agresivos que le han permitido âaunque con sufrimientoâ cosechar valiosas unidades por canales indirectamente proporcionales a lo exhibido.
Dentro de este contexto se puede concluir que Tigres gana, empata o pierde sin modificar un ápice su rutina. Esto es un fuerte indicador de que está aferrado a las circunstancias para bien o para mal.
Los últimos dos triunfos âante Veracruz y Cruz Azulâ confirman el análisis. Ejecución táctica monótona y previsible como siempre, goles que han asomado de la nada y rivales generosos, displicentes y poco agresivos que le han permitido âaunque con sufrimientoâ cosechar valiosas unidades por canales indirectamente proporcionales a lo exhibido.
De modo tal que no sorprende que el equipo de Ferretti no haya podido definir el juego ante Cruz Azul con ¡dos! hombres más en el campo. Tigres no tiene planes B ni recursos establecidos para situaciones imprevistas. Nada lo sacude ni lo estimula. Le cuesta una enormidad romper su híbrido formato.
Si la campaña de Rayados es un espejismo, la de Tigres no se queda atrás. El veredicto del Universitario es implacable: se aplaude un rechace y se abuchea el triunfo. Un síntoma de que, más allá de los oportunos números, el fondo y el sabor es el mismo, independientemente del resultado.