Tigres debe superarse a sí mismo
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Tigres está ante la última oportunidad para evitar que el fracaso en el semestre sea completo. Hoy frente al Emelec jugará la ficha decisiva con la que buscará acertar un pleno en la Copa Libertadores. Si este torneo siempre ha sido su principal apuesta, ahora es cuando tiene que confirmarlo.
Sin embargo, el equipo no llega en su mejor forma. Golpeado anímica y futbolísticamente, Tigres ha perdido quilates de manera considerable. Hace cinco partidos que no gana y se está quedando sin combustible. Su curva descendente lo ha reducido a equipo común, con más temores que ambiciones.
Su prometedora campaña en el certamen internacional ha encontrado sus primeros obstáculos en Ecuador. Nada que sorprenda. La caída ya se había pronunciado en la Liguilla –o quizás antes de esta- con algunos síntomas que hoy parecen irreversibles como la pérdida de volumen de juego efectivo, el bajón individual y la autoestima.
Ante Santos decidió cuidar su perfil de cuadro serio, pero se fue al otro extremo. Se volvió conservador, especulador y austero. Se encogió como un acordeón, pero sin fuerza para estirarse. Un aparato defensivo agazapado y poroso, y una ofensiva menos desequilibrante, le quitaron seguridad y contundencia.
En la Libertadores, Tigres hoy se ha topado con la exigencia natural de instancias más complejas, muy distante de aquella placentera etapa de grupos en la que coincidieron su buen momento y algunos rivales de pobre nivel a los cuales superó con autoridad y solvencia.
Pero también sus limitantes y su futbol mezquino obedecen a factores que tienen que ver con la predisposición. Ferretti se ha encargado de cargarle miedos innecesarios a un Tigres que traía la provocación y la agresividad como bandera del éxito.
Con un planteamiento táctico más enérgico, vertical y con ejecutores comprometidos con la causa que se autoestimulaban por nivel y resultados, Tigres supo construir una campaña lineal, pareja y productiva.
Sin embargo, cuando Ferretti comenzó a desempolvar su vieja fórmula de cerrarse para protegerse antes de arriesgar, el equipo se volvió más proclive a negociar el resultado que a buscarlo. Ocurrió en Torreón, en el Universitario y más aún en su excursión a Manta con ese exagerado retén defensivo en el que se vieron involucrados ocho hombres.
Habría que saber qué información tenía Ferretti del Emelec o si su estrategia la eligió por default. De cualquier forma la lectura ha sido incorrecta. Quizás haya obedecido a cierto pánico escénico y en aras de rescatar un puntito como soporte de clasificación. Un objetivo nada extraño para un DT que gana poco en playoff y se favorece mucho de ventajas reglamentarias.
A simple vista no había suficientes motivos para retroceder tanto ante un adversario sin muchos recursos determinantes. De hecho, Emelec encontró en el sistema que propuso Tigres una ventana para tomar algunos riesgos.
Ahora Tigres está obligado a remontar un marcador adverso para ingresar al selecto grupo de los cuatro que irán por el deseado trofeo continental. Pero más difícil aún, está obligado a recuperar los valores de un estilo que por desgaste y ciertos caprichos de Ferretti ha dejado peligrosamente en el camino.