Serendipia 3
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Dado que mi ejercicio profesional jamás me exigió documentar mis estudios (escribir o hacer un trabajo audiovisual no está supeditado a las credenciales académicas), obvié durante dos décadas el trámite de mi título y cédula profesional.
Total, en un mundo en el que se puede ser Rector sin más constancia que un certificado patito, lo de menos es que uno se desempeñe con su papelería en regla pero atascada en algún punto del limbo archivístico.
Sucedió que para acreditarme en una nueva disciplina tuve, por primera vez en 20 años, que demostrar que había cursado exitosamente la universidad alcanzando el grado de Licenciado en Ciencias de la Comunicación con especialidad en Repujado.
Allí voy hasta la Torre de Mordor, quise decir la Torre de Rectoría, a hacer una de las 217 cosas que me estriñen: asomar mi cara en la ventanilla de alguna dependencia.
¿Se han fijado que el hueco en el vidrio para comunicarnos con el burócrata o dependiente del otro lado de la ventanilla siempre está situado muy por debajo de nuestra cara, entre el pecho y el ombligo? Yo creo que es para que de entrada adoptemos una posición agachona, de sumisión frente el sistema y, vistos desde atrás, es una expresión simbólica de la abusiva fornicación de la cual seremos objeto.
A mí sólo me faltaba tomarme las fotografías, entregar documentación complementaria, ingresar mi trámite en el sistema y hacer los pagos correspondientes, de manera que fue muy sencillo y sólo sentí impulsos suicidas/genocidas unas siete u ocho veces.
Pero lo que me pareció sencillamente encantador es que una vez concluido y entregado todo por mi parte, se me informa en ventanilla que la entrega de mis documentos demorará todavía algunos meses, que me vaya mientras por el mundo a buscar el amor, que cuando lo encuentre engendre un hijo y que ya para cuando lo esté bautizando me eche la vuelta a ver si acaso y de casualidad tienen ya noticias de mi título.
¿Por qué demora tanto? ¿Podríamos saber a detalle qué hace la Universidad exactamente durante todo ese tiempo? ¿Serán conscientes de que el puro trámite tarda una cuarta parte del tiempo que pasé en la carrera?
Envalentonado por aquella victoria parcial decidí de una vez renovar pasaporte y credencial de elector.
Aun no me explico por qué para renovar un documento de identificación que expira no basta con presentar éste mismo.
Otra: ¿Por qué si hace algunas décadas la credencial IFE se entregaba de forma inmediata, hoy en pleno siglo 21 demora varios meses? ¿Acaso la eficiencia avanza en el sentido inverso en este país?
En el caso del pasaporte al parecer sí basta con presentar el documento obsoleto, sin embargo, la información disponible en la página de internet, la que obtenemos en el servicio telefónico de la SRE y la que se nos proporciona personalmente en la dependencia difiere y lo que dice una versión invalida las otras.
Se dice fácil pero al menos a mí me resulta insufriblemente exasperante conciliar la información de las distintas realidades alternativas para hacer mi trámite en el universo que corresponde a nuestra jurisdicción.
Será que mi temple es muy frágil y mi espíritu no está curtido para los reveses, la adversidad y el desaliento que se brinda en donde se supone deberían atendernos, no con una sonrisa (esa se la pueden ahorrar si sienten que les cuesta una inversión de esfuerzo extra), sino de forma clara, llana y expedita.
Pero no, todo trámite implica una buena dosis de frustración que debería venir en la lista de requisitos para saber si le entramos o no.
A todo lo anterior súmele que en Coahuila, la entidad más pobre y peor Gobernada de toda la República, todo trámite implica un impuesto estatal, a veces discreto, a veces francamente obsceno, bajo diversos conceptos (derechos estatales, apoyo a la educación, derecho a la obesidad, seguro contra menopausia, etc.), dinero del que jamás sabremos su destino pero es imprescindible pagar si queremos que nuestro asunto, trámite o documentación sea liberada.
Así nos mantienen rehenes para seguirle abonando a ese pozo sin fondo que es el aparto gubernamental y que el día de hoy luce un boquete especialmente ampliado gracias al Moreirazo o Megadeuda.
Las trabas, los trámites redundantes y la complicaciones administrativas son más que un mero inconveniente en nuestra vida y un motivo para hacer berrinche. Son contrarios a la eficiencia, a la productividad y son enemigos del progreso y del desarrollo.
Le sugiero que cuando la realidad nacional le golpee duro y busque causas probables para nuestra penosa condición, nunca deje de considerar la pobre calidad y nula eficiencia de nuestros embarazosos trámites.
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