Se acabaron los pretextos
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Me atrevo a decir que hace ya 17 años, desde 1997, la clase política, particularmente aquella que ha estado en el poder, nos ha vendido la idea de que México no avanza, debido a que no se ha podido concretar un serie de reformas estructurales necesarias para desarmar candados que frenan, entorpecen o impiden los cambios necesarios para entrar a la senda del crecimiento, el empleo, la seguridad y la justicia.
Existen mexicanos que coinciden en bloque con este planteamiento; otros se oponen a las reformas también en bloque y, finalmente, otros más estamos a favor o en contra pero de una manera matizada o circunstancial. Acompañamos nuestra postura con un “pero”, que implica delimitar nuestras opiniones o condicionar nuestras posturas, a lo que vaya aconteciendo con las modalidades o matices que adopte en cada caso el proceso de las reformas.
Sea cual sea la postura de cada mexicano al respecto, lo cierto es que con la inminente aprobación en el Congreso de la legislación secundaria para la Reforma Energética, llega a su fin esta espera de 17 años. Dada la incapacidad de los presidentes de la república y de la clase política para emprender una reforma integral del Estado Mexicano, fue necesario entrarle al toro paso a pasito, reforma por reforma, de abajo hacia arriba, tocando apenas con un pétalo de rosa la estructura política del régimen constitucional mexicano. ¿Sabiduría política?, ¿prudencia excesiva?, ¿cálculo político?, ¿protección de callos propios y ajenos?
El gran poder seductor de las reglas del juego, heredadas del autoritarismo hizo su trabajo. Tal como sucedió en 1988 durante el gobierno de Salinas de Gortari, las reformas económicas tuvieron prioridad sobre la justicia y la reforma política que, una vez más, quedaron en un segundo plano menos ambicioso, si bien con algunos avances nada despreciables.
A partir de ahora apuesto que entre menos esfuerzo se ponga en el aterrizaje de la transformación política del régimen constitucional y de la concretización de la reforma de justicia, será más difícil conducir a la economía al tantas veces prometido paraíso. La corrupción y la impunidad por sí solas pueden dar al traste con todos los sueños y promesas de estos 17 años.
Ha llegado la hora de exigir. Los electores votaron por legisladores que, a su vez, votaron como votaron en el Congreso de la Unión. Las tan anheladas reformas ya son una realidad. ¿Cuál es el paso siguiente para la clase política? Se acabaron los pretextos, la clase política ya no puede justificarse por candados y estorbos que ya no existen. ¿Quería sus reformas?, pues ya las tiene, ahora ¡a trabajar!
A los ciudadanos sólo nos queda hacer a cabalidad lo que nos corresponde: Estar atentos, vigilar y exigir una rendición puntual de cuentas a representantes y gobernantes.
La reelección de alcaldes y legisladores será un instrumento importante para ejercer nuestra función como ciudadanos. Nos corresponde presionar y exigir que se aterricen en breve las reformas aprobadas. Espera al gobierno una inmensa tarea de aterrizaje de todo lo que ya está plasmado en la Constitución y en las leyes secundarias.
Esa tarea llevará años, pero es urgente, inaplazable. La situación económica que atraviesa el país, no nos permite darnos el lujo de ver pasar el tiempo. Debemos también vigilar cómo se aterriza la reforma de justicia, cuya finalidad práctica debe consistir en reducir la impunidad imperante hoy en día.
La corrupción es una enfermedad muy poderosa y suele quedar impune, de no erradicarla, dará al traste con los sueños de bienestar depositados en las largamente anheladas reformas estructurales que hoy son una realidad.
Facebook: Chuy Ramirez
Twitter: @wchuyramirezr