Prevención o represión
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Rebeca Rodríguez, saltillense, estudiante de preparatoria, ganó un premio de la Universidad de Harvard. La recompensa: una beca en libros.
El premio fue gracias al ensayo que escribió para concursar. En el escrito había que responder a tres preguntas básicas: ¿Cómo te ves dentro de 10 años?, ¿Qué problemas viven los adolescentes actualmente? y ¿Por qué quieres estudiar en Harvard?
Rebeca declaró: En mi ensayo puse que a 10 años me veía conquistando mi sueño de ser médico especializado en ginecología y dentro de los problemas que yo veo actualmente en los jóvenes es su conformismo, que no quieren ir más allá, entonces mi meta es esforzarme para que no me pase eso conforme vaya creciendo.
Según el punto de vista de la joven Rebeca, el conformismo es el problema con los jóvenes, que no quieren ir más allá.
Desde mi perspectiva ese conformismo tiene que ver con la forma errónea en que educamos a los jóvenes.
Considero que la mejor herramienta es el sistema educativo de Don Bosco. Hoy, precisamente, es el festejo de San Juan Bosco, patrono y protector de la niñez y juventud mexicana. Esto, a raíz de que, en 1935, Pio XI le dio ese nombramiento para nuestro país.
Sus enseñanzas educativas están vigentes y se necesitan hoy más que nunca. Veamos porque: Dos sistemas se han usado en todos los tiempos para educar a la juventud: el preventivo y el represivo.
El represivo consiste en dar a conocer las leyes o reglas a los súbditos. Y luego vigilarlos para conocer a los transgresores y castigarlos.
El superior debe evitar toda familiaridad con los subordinados. Ese sistema, lo podemos resumir en que más vale ser temido y odiado que amado y respetado. Es fácil de aplicar, se usa en el ejército. En cambio, el sistema preventivo se basa en ayudar a los jóvenes a ser honrados ciudadanos, se apoya en la razón, el amor y la religión.
El sistema preventivo consiste en dar a conocer las reglas de un instituto, vigilar que los alumnos tengan siempre la supervisión los educadores, los cuales, como padres amorosos, hablen, sirvan de guía en toda circunstancia, den consejos y corrijan con amabilidad. Para que los alumnos difícilmente falten a las reglas. El sistema excluye todo castigo violento y procura alejar aún los castigos suaves.
El sistema preventivo parece preferible por cuatro razones: La primera, el alumno, previamente avisado, no queda avergonzado por las faltas cometidas. No se enoja por la corrección que le hacen, ni con los castigos que le amenazan, porque siempre van acompañados de un aviso amistoso y preventivo, que lo hacen razonable y termina por ganarle de tal forma el corazón, que él mismo comprende la necesidad el castigo y casi lo desea.
La segunda razón, y la más importante, es que los jóvenes olvidan fácilmente las reglas y los castigos que aplican cuando las rompen. Esto provoca que cometan faltas y se hagan merecedores de un castigo al que nunca habían prestado atención y del que no se acordaban al momento de cometer la falta. Seguramente no lo habrían cometido si una voz amiga se los hubiera advertido.
La tercera razón es que el sistema represivo puede impedir un desorden, pero difícilmente puede hacer mejores a los que delinquen. Los alumnos no se olvidan de los castigos que se les han dado y por lo general guardan rencor y un deseo de sacudir el yugo de la autoridad y de tomar venganza. Los alumnos olvidan con más facilidad los castigos de sus padres, pero los de sus profesores no.
El sistema preventivo se gana al alumno, el cual ve en el asistente a un bienhechor que le avisa, que desea hacerle bueno y librarle de castigos y de la deshonra.
La última razón es que el sistema preventivo persuade de tal manera al alumno, que el educador podrá en cualquier ocasión hablarle con el leguaje del amor. Conquistado el corazón del discípulo, el educador podrá avisarle, corregirle o aconsejarle toda su vida.