¿Por qué nos debe de importar?
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Guinea, Liberia, Sierra Leona y Nigeria se encuentran al occidente del Continente Africano. La riqueza que estos países han generado en petróleo y diamantes es inversamente proporcional a la calidad de vida de sus habitantes. En esta región la pobreza es atroz. Los habitantes de esta parte del mundo suelen sufrir el flagelo de guerras civiles, matanza de centenares de personas y gobiernos corruptos. Quizá Nigeria sea la nación más avanzada de los cuatro países, o mejor dicho la que se encuentra menos peor. Nigeria despliega esfuerzos constantes para salir adelante, como constante, la corrupción se resiste a todo cambio.
Mientras sucede todo esto, los países ricos prefieren mirar hacia otro lado. Pareciera que concluyeron que en semejante escenario no es posible ayuda alguna. Peor aún, la eventual ayuda acaba en manos equivocadas y el apoyo se pierde. La falta de instituciones sólidas en esos países frustra cualquier ayuda. Si añadimos a lo anterior que los habitantes de los países acaudalados son cada día más celosos de cómo gastan su dinero los gobiernos, llegamos a la triste realidad que se vive hoy en esa región africana.
Esta región del mundo está sufriendo el azote de una epidemia de Ébola. Un médico estadounidense que trabajaba en la región contrajo el mal y fue trasladado de urgencia a su país para ser atendido. El hecho sirvió de pasada para que el sistema de salud del país más poderoso del mundo conociera de cerca este virus asesino. Mientras tanto tres misioneros europeos, como tantos seres humanos, perdieron la vida a causa del flagelo.
El Ébola no es el único flagelo que se ensaña con los pueblos más pobres, el Sida sigue siendo el peor azote, de 1981 a la fecha lleva 36 millones de víctimas. Hemos visto en el mundo otras epidemias como el SARS, la influenza H1N1 o la H7N9.
En Honduras, Guatemala y El Salvador, grupos de niñas y niños hacen su mochila, pero no para ir a la escuela; sino para huir del hambre o de una muerte segura, esperan sobrevivir en Estados Unidos, donde creen que les espera una vida mejor, así sea en los improvisados centros de detención que, comparados con su realidad, son todo un lujo.
Para lograrlo deberán atravesar territorio minado, México, donde no impera el derecho y donde las instituciones de justicia penal son prácticamente inexistentes. Ahí, los agentes de migración torturan, y mujeres y niñas suelen ser violadas y/o reclutadas como esclavas sexuales por el crimen organizado. Estas atrocidades tienen lugar mientras los gobiernos de estos países prefieren presumir sus logros para ganar los votos necesarios para conservar el poder, porque de eso se trata para los poderosos: todo es cuestión de poder y dinero, es todo lo que importa.
Quienes estamos en posibilidad de hacer algo debemos hacerlo. Desde el gobierno hasta el ciudadano común y corriente, pasando por agrupaciones privadas, empresariales o sociales. El incentivo debe ser la solidaridad humana, el amor, la compasión, y la capacidad de indignación. Pero si no actúa por ello, hágalo al menos por temor, por cuidado y precaución. Naturalmente corresponde al gobierno en primera instancia, pero nosotros tampoco estamos exentos de responsabilidad, porque no quedaremos exentos de las consecuencias
Anthony Giddens define la globalización como “la acción a la distancia”. Es decir, en este proceso lo que sucede en una parte del mundo tiene efectos inmediatos en otras muchas. El comercio, la cultura, el derecho, la tecnología, el transporte son ejemplos claros de ello. También lo son la migración, el crimen organizado, las epidemias o la contaminación.
En Liberia, el domingo pasado un grupo armado atacó el centro de atención a personas infectadas con Ébola, y de ahí salieron, huyendo o secuestrados, 30 personas que estaban en cuarentena. Enfermos pobres, luchando por sobrevivir se hayan libres con alta posibilidad de extender el contagio en una cadena sin fin y fuera de control. ¿Cuándo abordará el virus algunos aviones con diversos destinos? También ayer, decenas de niños salieron de Centroamérica en su lucha por sobrevivir, a toda costa. Si los rescata el bien, serán bendecidos. Pero si los atrapa el mal, no tendrán opción, matar para sobrevivir.
Por solidaridad humana o por conveniencia egoísta, a nadie conviene que los países pobres no funcionen. No podemos darnos el lujo de ignorar lo que sucede en nuestra aldea global.
Facebook: Chuy Ramirez
Twitter: @wchuyramirezr