Perfil del candidato presidencial independiente en 2018
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El hartazgo de los ciudadanos por partidos políticos y candidatos marca las elecciones intermedias mexicanas. Con todo, iré a las urnas para votar â no daré voto alguno a ese fraude denominado Partido Verde Ecologista de México.
La única fuente de entusiasmo en estos comicios parece ser la participación de candidatos independientes. Hay expectación por un posible triunfo de El Bronco en Nuevo León y de otros candidatos. Aun si se les escapa la victoria, ya han provocado que un importante segmento de la población recupere el interés por involucrarse en la cosa pública, en la política.
Es muy factible que un candidato presidencial independiente atraiga la atención de los mexicanos en 2018. El viejo sistema de partidos y la red de complicidades de las élites económica y política van a poner todo tipo de obstáculos en su camino, pero la sociedad está lista.
Ser candidato independiente no le otorga a la persona un certificado de honestidad, ni de capacidad. La sola consigna de quítate tú para ponerme yo deja intactas las formas patrimonialistas en el ejercicio del poder.
Un candidato o candidata que le tome el pulso al estado de ánimo de los mexicanos podrá canalizar la energía social para abordar los grandes problemas nacionales y emprender una verdadera transformación del país.
Como ha señalado Luis Rubio, EPN emprendió reformas sin tener visión alguna respecto al desarrollo del país. Veo los siguientes desafíos, ninguno de ellos pequeño:
1. Recuperar las banderas de la honestidad y la ética en la política, sin tener cola que le pisen;
2. Poner fin al control patrimonial del Estado por parte de las viejas élites y restablecer el equilibrio entre los poderes públicos;
3. Cerrar espacios a la impunidad política que ha servido de base para reproducir la relación perversa entre dinero, corrupción y criminalidad;
4. Construir una economía fundada en la inclusión social, apoyando a emprendedores para que hagan mejor lo que saben hacer;
5. Reformar el sistema educativo, incentivando el talento y el mérito de maestros y alumnos, e involucrando a los padres de familia;
6. Revalorar lo público: las escuelas, los hospitales y el transporte, de modo que no haya ciudadanos de primera y de segunda clase;
7. Reconocer que en México tenemos un problema de racismo y discriminación hacia mestizos, indígenas y afro-descendientes;
8. Coordinar entre sí Estado, inteligencia y ciudadanos para abatir la rentabilidad del narco, del secuestro y la extorsión, retomando el control territorial;
9. Colocar los derechos humanos y la protección de los mexicanos en el centro de la estrategia de seguridad;
10. Construir una nueva cultura de corresponsabilidad y confianza de los ciudadanos para la promoción del interés público.
Me dirán que esto es México y no Suiza o Dinamarca. Lo sé. Estoy convencido, sin embargo, de que entre 2015 y 2018 van a surgir a la luz liderazgos que ya están construyendo ciudadanía, y que representarán para los electores una oferta mucho más atractiva que los partidos tradicionales.
Está de por medio la mejora de la calidad de la vida política y de la convivencia ciudadana, hoy asfixiadas por el saqueo y la violencia. Y el primer paso es construir un gobierno para el bien público, mediante coaliciones democráticas conformadas por una pluralidad de actores.
A final de cuentas, el principal desafío que un presidente enfrenta en México no es salvar a sus compatriotas, sino dar cauce a la imaginación pública para construir un futuro colectivo. En otras palabras, favorecer que los mexicanos, por fin, algún día, nos hagamos cargo de nosotros mismos, como corresponsables de una transformación incluyente del país. Nada más, pero nada menos.
Twitter: @Carlos_Tampico.