Mirador
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John Dee buscaba a Dios.
Ni él mismo sabía por qué, ni para qué. Buscar un pan se explica. También buscar una mujer. Incluso puede explicarse eso de buscar la piedra filosofal, que convierte cualquier materia en oro. Pero ¿buscar a Dios, a quien nadie nunca ha visto y que no se sabe cómo es?
âDebo estar loco âreflexionaba Dee.
Buscó a Dios en los libros. No lo halló. Lo buscó en la naturaleza. Ahí tuvo un atisbo de él, pero tampoco en ella pudo ver su rostro. Lo buscó en el amor, y entonces lo miró más claramente: en el amor estaba el reflejo de la divinidad. Pero era sólo un reflejo. Tampoco aquello era lo que buscaba.
Desesperaba ya el filósofo de hallar a Dios cuando un día oyó estas palabras. Si me buscas me has encontrado ya.
Supo entonces que no necesitaba ir a Dios. Dios mismo iría a su encuentro. Cuando lo necesitara él estaría ahí.
John Dee ya no busca más a Dios. Lo espera. Sabe que llegará.
¡Hasta mañana!...