Mirador
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Juan Ruiz de Alarcón, víctima de muchos epigramas, hizo uno a propósito de los calvos. Enumeró varias maravillas difíciles de ver, y escribió: La tercera es justamente / un calvo alegre de sello (de serlo), / y que no arrastre el cabello / desde el cogote a la frente.
Algunos hombres carentes de pelo, en efecto, no se resignan a su condición de mondos, a pesar de que es fama que los varones calvos son más inteligentes que los pilosos, y âcosa de mayor aprecio- más viripotentes. En cambio oí hablar de un español que, valido del prestigio de los veteranos de guerra que habían perdido en combate algún miembro, decía muy orgulloso:
-Yo no soy calvo. Soy mutilado capilar.
Algunos queridos amigos míos presididos por Sergio Recio Flores, mi antecesor como Cronista de Saltillo, formaron alegremente un Club de Calvos. Les di un lema reconfortante que de nueva cuenta ofrezco a los lampiños de cabeza, más como respuesta a burlas que como consolación de penas. Dice así: Dios hizo muy pocas cabezas perfectas. Todas las demás las cubrió con pelo.
¡Hasta mañana!...