Mirador
COMPARTIR
TEMAS
Don Juan se arrodilló junto al sofá en que estaba sentada doña Inés y le dijo con vehemencia:
-¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor?
Tan encendidas fueron sus palabras, y tan amorosas, que la inocente doncella se le rindió, y el labioso seductor gozó cumplidamente de ella.
Pasaron los años. Una tarde Don Juan estaba en su palacio. Bajó a la sala y vio en ella a su hija, el fruto de aquello pasado amor con doña Inés. La hermosa joven estaba sentada en un sofá. Junto a ella, puesto de rodillas, un apuesto galán le decía vehementemente:
-¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor?
Entonces Don Juan, que ante nada y ante nadie había temblado nunca, por primera vez tembló.
¡Hasta mañana!...