Mirador
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La gata tuvo gatitos.
Otra vez.
No soy nadie para juzgar su comportamiento, pero según parece esta prolífica mamá no sabe contenerse, ni desoír los llamados de la naturaleza. A veces tales llamados no me dejan dormir, pues se emiten desde las azoteas en forma de maullidos wagnerianos, sonoros fufos, y ululatos que quiebran el silencio de la noche con estrépito de cristalería rota.
Sin embargo los gatitos son tan bellos que le perdono a la gata sus desvíos.
Los mínimos mininos me miran con ojos de interrogación. De seguro se preguntan: ¿Quién es éste? O más probablemente: ¿Qué es eso?.
Yo me resigno a la nueva camada, y no hago pronunciamiento alguno acerca de la gata y su conducta. Ya lo dije: con la naturaleza no se puede. Y menos cuando es tan natural.
¡Hasta mañana!...