Mariposas amarillas
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En Saltillo no hubo mariposas amarillas para Gabo
De ignorancia y estupidez también pueden morir los pueblos. No sólo las armas son letales. La afasia conduce a la ignorancia, la ignorancia conduce a estar muerto en vida. Y sin criterios, doctrinas, valores, cultura y educación, estamos muertos en vida. Sin conciencia, sin voz propia, sin sonar por nosotros mismos, estamos ya muertos. Y persona, usted lo sabe, su etimología es esa, viene de la máscara de actor griego, el cual suena por sí mismo. Por eso somos personas. Lo contrario: el humano se convierte en algo cercano a los animales. Sólo instinto, no inteligencia.
Ayer 17 de abril fue el primer aniversario de la muerte del Santo Patrono de Colombia, Gabriel García Márquez. Como siempre, pasó desapercibido, de noche, para las autoridades de cultura locales. En Coahuila no hay rumbo en cultura. Nunca lo hemos tenido. Homenajes al autor de Cien años de soledad se van a dar en la UNAM, en la Feria del Libro y la Rosa, en la ciudad de México. En Colegio Civil en la UANL, en Monterrey. En la Plaza de la liberación en Guadalajara, Jalisco menos en Coahuila. El Instituto Municipal de Cultura, descabezado por el escándalo sexual de su exdirector José Palacios, navega en el limbo. La cultura nunca ha sido prioridad para los panistas.
En el Estado, Ana Sofía García Camil ha privilegiado dos o tres eventos de relumbrón y luego, a bordear en el ostracismos y el olvido. Su talento no da para más. Su equipo menos. Pero, cuando las autoridades obligadas a recordar al Gabo y promover su lectura no lo hacen por ignorancia, apatía o desdén a su trabajo, siempre quedan los lectores. Los verdaderos escritores y periodistas los cuales por amor y pasión mantienen en su memoria la semilla de la lectura y el placer, al deletrear a semejante no escritor, sino ya convertido en semi-Dios del Olimpo literario universal.
Con sobrado tiempo, el mejor cronista urbano, Jesús Carranza, publicó en estos folios de VANGUARDIA una espléndida columna recordando al mago de Aracataca, Colombia. Uno de los mejores textos en homenaje a Gabo. Y lo he dicho antes, cosa curiosa en el maestro Carranza Oyervidez, éste es un lector atípico, para decirlo de alguna manera; asaz lector, Jesús sabe de memoria... ¡los finales de casi todas las obras de Gabriel García Márquez! El lector especialista en finales es el periodista Jesús Carranza. Cuando todo mundo tenemos tatuados en la memoria los inicios de nuestros textos favoritos.
Esquina-bajan
Extraña pasión la del maestro. ¿Por qué Carranza se sabe los finales y no los inicios? Lo ignoro, cada vez que le hago la pregunta y este diserta sobre su ardor, se me figura aquel pájaro inventado por Jorge Luis Borges, aquél que viaja y vuela hacia atrás: no le interesa su futuro, sino su pasado. Jesús Carranza tiene grabados en su memoria los siguientes versos del Gabo: El primero de la estirpe está amarrado en un árbol y al último se lo están comiendo las hormigas. Puf.
Y yo tengo grabados los siguientes versos, los cuales van de memoria. Si hay un error, es mío. No voy a consultarlo: Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. ya luego, en las siguientes líneas, aparece lo que sería el lugar más conocido de América: Macondo, donde, jugando al demiurgo y en una vocación divina y adánica, se tenía que señalar las cosas, animales y objetos con el dedo índice, para asignarles nombre, bautizarlas. Sí, como en la Biblia judía o como en el poema de El Gilgamesh.
Todos recuerda que a su paso por Bibliotecas del Estado, mi hermano Armando Sánchez organizó una sesión maratónica de lectura pública donde leerían Cien años de soledad en un día. Línea por línea, hasta agotar la estirpe de los Buendía. Eso es del pasado. Hoy nadie tiene la más mínima ni pinche idea de la promoción cultural no como un trabajo, sino como un disfrute estético que forme parte sí, de nuestra vida cotidiana.
Letras minúsculas
De ignorancia y estupidez mueren las ciudades. En Saltillo no hubo mariposas amarillas para Gabo