Los tres decálogos
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Uno se entrega en el monte Sinaí. El otro en el Palacio Nacional.
Aquel es de mandamientos. Este de medidas. Ambos intentan paz, justicia, unidad y desarrollo. Aquel lo da Dios a su pueblo escogido. Este lo entrega un presidente en aprietos a una sociedad exigente y vociferante. El decálogo divino -dado en el monte- señala actitudes y actos que han de evitarse para lograr el bien para todos. Las 10 medidas coyunturales comunicadas -en el palacio- por el mandatario intentan salvar los obstáculos para una convivencia segura y justa.
Parece que las medidas anunciadas solo funcionarán si se cumplen también las normas del decálogo sinaítico: No matarás. No hurtarás. No mentirás. El homicidio, el robo y el engaño nadie los quiere para soportarlos él mismo. Quitar la vida, sustraer los bienes y falsear la verdad, además de ser formas de pecar, configuran delitos porque dañan personas y lesionan derechos ajenos.
Organismos y estructuras se establecen por ley. Las leyes requieren ser conocidas, bien interpretadas, aplicadas con equidad. Su infracción requiere sanción pronta y expedita para evitar impunidad. Si hay corrupción (que es una forma de mentir y de robar) se falla tanto al no cumplir los mandamientos del primer decálogo como al no aplicar las medidas del segundo.
Falta ahora un tercer decálogo. Sería el del ciudadano para sí mismo. Las actitudes y acciones que deberá estrenar cada quien frente a la ley natural y frente a la ley positiva. La conciencia moral requiere una armonía con la conciencia cívica. Si el cuidado no tiene su propio decálogo de congruencia con la ley moral y con las leyes de su país, se cae en la iniquidad y en la clandestinidad.
No se puede tener un régimen de derecho, un país de leyes con una sociedad de reyes. Si cada ciudadano sigue siendo el rey la ley pasará por todos los arcos de triunfo de los infractores y será como una sal que perdió su sabor. El inicuo que contradice su conciencia también será el delincuente que no observó la ley y, además quedó sin castigo. Se frustra tanto el precepto que viene del monte como la medida que se leyó en palacio.
Frente a la ausencia de los 43 surge la presencia de esta decena de medidas. Solo funcionarán si también se cumplen los preceptos de la ley natural por cada conciencia que formule su propio decálogo de propósitos, decisiones y rectificaciones En caso contrario, se privilegiará la fuerza sobre el derecho y seremos un país de delincuentes impunes multiplicando las fosas comunes