¿Los niños al poder?
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¿Cómo sería nuestro Saltillo, si las voces de sus niños y adolescentes fuesen tomadas en cuenta por la sociedad adulta representada por los padres, obreros, maestros, periodistas, profesionistas, empresarios, sacerdotes y políticos? ¿Mejoraría nuestra calidad de vida, si estos niños y adolescentes influyesen a través de su participación en la solución de los distintos problemas que nos aquejan? Empero, ¿quién los escucha, excepto el 30 de abril, para luego ser “infantilizados” el resto del año por nosotros los adultos?
Para nuestro pobre consuelo, el problema es global: Hace 12 años, Mingyu Liao, niña china de 10 años, habló en representación de los 2 mil millones de niños del mundo, ante los participantes del Encuentro Mundial por un Desarrollo Sustentable celebrado en
Johannesburgo, Sudáfrica. Ese día, ella les dijo: “Tenemos mucho que decirles, pero lo más importante, es que la mayoría de ustedes, los líderes, no escuchan”.
Mientras Mingyu hablaba, cuatro niños con quiénes compartió el podio la miraban expectantes: Justin Friesen, de Canadá; Analiz Vergara, de Ecuador; Julius Ndlovena y Tiyiselani Manganyi de Sudáfrica.
Liao tomó aire y continuó: “¡No estamos pidiendo mucho!, ustedes dijeron que esta reunión era para llevar a cabo acciones concretas. Necesitamos algo más que sus aplausos y sus comentarios: Necesitamos acciones definidas en favor de los niños y los adolescentes del mundo”.
El cónclave de líderes mundiales determinó implementar tres acciones inmediatas: Promoverían la atención pública sobre la importancia, razón y valor de la participación activa del niño y del joven en su familia, escuela, comunidad y vida nacional.
Los gobiernos, empresarios y organizaciones de la sociedad civil impulsarían una participación auténtica de niños y jóvenes en las decisiones que afectan sus vidas. Y finalmente, difundirían ejemplos de cómo las vidas de niños y jóvenes, con sus respectivas familias y comunidades, habían sido transformadas cuando dichos niños y jóvenes habían tenido la oportunidad de contribuir en asuntos que les afectan directamente. Estas acciones se inscribirían dentro de las metas de la ONU para cumplirse en este 2014.
Estas tres medidas descansaban en seis postulados: Primero, promover una participación, significativa y de calidad, entre niños y adolescentes para afirmar su crecimiento y desarrollo como personas y ciudadanos. Segundo, los niños y adolescentes han demostrado que cuando ellos se involucran en asuntos de su vida familiar, educativa o comunitaria, pueden enriquecer, con sus ideas y reflexiones, la comprensión del adulto; y mejorar las decisiones del mismo.
Tercero, es imposible construir un mundo adecuado para los niños, y buscar su transformación, sin la participación de los mismos. Cuarto, los valores de la democracia, como el respeto por los derechos y la dignidad del otro; por su diversidad y su derecho a participar en las decisiones que le afectan, son aprendidos durante la niñez.
Quinto, una participación, auténtica y significativa, prepara al niño para enfrentar su futuro con una visión propositiva que puede facilitar la edificación de sociedades más y mejor integradas. Y sexto, cuando la tendencia natural a participar del niño es truncada, ignorada o desnutrida por los adultos; aumentan las posibilidades de que éste, en su fase adolescente, actúe como ha sido tratado, es decir, como un ser marginal, y canalize entonces su energía y su creatividad en la creación de subculturas, como las ya existentes en Saltillo: Rockeros, skatos, punks, góticos, darkies, taggers y grafiteros.
Ante este panorama: ¿Cuál era la responsabilidad de la sociedad adulta saltillense, representada por padres, maestros, periodistas, sacerdotes y políticos en ese lejano 2002? De entrada, acatar tres premisas básicas: Tomar en serio las opiniones de niños y adolescentes por igual. Intentar comprender sus opiniones y reflexiones desde su punto de vista; y ayudarlos a desarrollar las habilidades necesarias para participar, de manera auténtica y significativa, en el mundo.
La tarea consistía en aprender a escucharlos para reconocer sus múltiples voces; distinguir las maneras como se expresan e interpretar sus mensajes, verbales y no verbales. Cómo asegurar que tuvieran los espacios, adecuados y seguros, para expresarse sin tapujo o represión. Y finalmente, impulsar nuevas habilidades para responder apropiadamente, sin condescendencia o falta de respeto, a esos mensajes y opiniones que emiten los niños y jóvenes de nuestra ciudad.
¿Fuimos los padres, obreros, maestros, periodistas, profesionistas, empresarios, sacerdotes y políticos de Saltillo, capaces de asumir dichas premisas durante los últimos 12 años? ¿Mejoramos nosotros, como adultos, cual seres humanos, al aprender a crecer de manera socialmente significativa, con nuestros niños y adolescentes? ¿Elevamos, por ello, nuestra calidad de vida junto con nuestros niños y adolescentes?
A 12 años de las palabras de Mingyu Liao; los 2 mil millones de niños del mundo, incluidos los de Saltillo, fueron engañados por la promesa de una sociedad adulta que no los escuchó, como ella misma lo anticipó en 2002.