Los ciudadanos dijeron no
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El caso de Grecia se ha convertido en una referencia de las complicadas y antagónicas relaciones entre dos instituciones en tensión, los estados nacionales y sus democracias, que deben tutelar los derechos ciudadanos, y los mercados que imponen políticas de austeridad e impiden el bienestar en los países endeudados.
La política de austeridad no resuelve el crecimiento económico, sino que lo desinfla. Después de años de políticas de austeridad y frente a una economía que cada vez está peor por estas medidas, el primer ministro griego, Alexis Tsipras, propuso la realización de un referéndum. La consulta a los ciudadanos sobre un paquete de medidas que los afectará de forma importante es lo menos que se podía hacer frente a esta crisis. Fue una apuesta arriesgada y la ganaron el gobierno griego y los ciudadanos.
La crisis griega pone a prueba todo el entramado de la Unión Europea y, de alguna forma, las posibilidades de respuesta política frente al euro. Como dice Wolfgang Streeck, los mercados han comenzado a dictar intransigentemente lo que los Estados, supuestamente soberanos y democráticos, pueden hacer por sus ciudadanos y lo que deben negarles, es lo que se ha llamado la crisis del capitalismo democrático (New Left Review 71).
Antes del 5 de julio algunos economistas, como Krugman y Stiglitz, estaban de acuerdo no sólo con la decisión del referéndum, que planteó el sí o el no al paquete de la troika (Banco Central Europeo, FMI y Comisión Europea), sino que opinaban que los griegos deberían votar por el no. Según Krugman, prácticamente se preparó el paquete de austeridad para que Tsipras dijera que no. Grecia debe votar no, y su gobierno debe estar listo para, si es necesario, abandonar el euro. Para entender por qué digo esto, debemos primero ser conscientes de que la mayoría de las cosas âno todas, pero sí la mayoríaâ que hemos oído sobre el despilfarro y la irresponsabilidad griega son falsas. Sí, el gobierno griego estaba gastando más allá de sus posibilidades a finales de la década de los 2000. Pero, desde entonces ha recortado repetidamente el gasto público y ha aumentado la recaudación fiscal. El empleo público ha caído más de un 25 por ciento, y las pensiones (que eran, ciertamente, demasiado generosas) se han reducido drásticamente. Todas las medidas han sido, en suma, más que suficientes para eliminar el déficit original y convertirlo en un amplio superávit. (El País, 29/VI/2015).
Stiglitz afirmó antes del 5 de julio que es difícil aconsejar a los griegos qué votar. Ninguna alternativa será fácil, y ambas son arriesgadas. Un sí significaría una depresión casi interminable. Quizá un país agotado y empobrecido pueda obtener, por fin, el perdón de la deuda; quizá entonces pueda recibir ayuda del Banco Mundial, en esta década o la siguiente. En cambio, el no podría permitir que Grecia, con su sólida tradición democrática, se haga cargo de su destino. Entonces los griegos podrían tener la oportunidad de construir un futuro, aunque no tan próspero como el pasado, sí mucho más esperanzador que el inadmisible tormento actual (El País, 30/VI/2015).
Con el emplazamiento del referéndum se puso sobre la mesa dos decisiones, por una parte, si Grecia abandona el euro o se queda, a pesar de que el primer ministro afirmó en repetidas ocasiones que no se trataba de eso y, por la otra, se jugó el futuro inmediato del gobierno de Tsipras, porque con el triunfo del sí hubiera tenido que dejar el poder. Pero el 5 de julio fue un buen domingo para Grecia, el no ganó de forma contundente, 61.3% contra 38.7%, seis de cada diez ciudadanos piden una nueva negociación en donde haya mayores equilibrios y se pueda dejar atrás el difícil camino de la austeridad. No se sabe con exactitud en qué tipo de dinámica va a entrar Grecia de ahora en adelante y cuáles serán las modificaciones que se logren negociar con los acreedores y la troika, pero es un hecho que, de ahora en adelante, habrá una diferencia política importante: Tsipras tendrá un respaldo activo en la mesa de negociación y Grecia ha dado una muestra de que en un país democrático los ciudadanos importan y a veces pueden decir no
@AzizNassif