Los animales nos hablan Fabulas y moralejas
COMPARTIR
TEMAS
Además de ser divertidas predican una moral común y popular, su contenido social implica la relación de la persona con sus semejantes y con su entorno
Las fabulas son fuente de aprendizaje, desde pequeño me han gustado estos relatos breves, en donde los protagonistas son animales que pueden hablar. Las fabulas, además de ser divertidas, tienen una intención profunda: educar mediante una contundente moraleja.
El desenlace de cada fábula premia o castiga a los animales protagonistas acorde a si poseen una cualidad positiva, o bien si comenten alguna clase de imprudencia.
Pero no hay que caer en el engaño y la simpleza de que las fábulas son lecturas exclusivamente de los niños, más bien - como lo sostiene el estudioso de las letras Kart Vossler- se trata de un género particularmente dirigido a los adultos, los cuales pueden disfrutarlas y aprender de ellas.
Uno de los escritores más famosos de fábulas, y creador de este género literario, es sin duda el griego Esopo, que vivió en el siglo S.VI antes de Cristo. Hoy comparto varios de sus interesantes relatos con sus respectivas moralejas.
El perro y la carne
Junto a un río de manso curso y cristalinas aguas, caminaba cierto perro ladrón con un hermoso pedazo de carne entre los dientes. De pronto, se vio retratado en el agua. Y como viera que otro compañero suyo llevaba también en la boca un buen trozo de carne, quiso apoderarse de él. Soltó la carne, que desapareció en el río, y contempló, espantado, que se quedaba sin el bocado verdadero y sin el falso.
Moraleja: Cuidado con la codicia que provoca que se pierda lo propio por querer apoderarse de lo ajeno.
El águila, el cuervo y el pastor
Lanzándose desde una cima, un águila arrebató a un corderito. La vio un cuervo y tratando de imitar al águila, se lanzó sobre un carnero, pero con tan mal conocimiento en el arte que sus garras se enredaron en la lana, y batiendo al máximo sus alas no logró soltarse. Viendo el pastor lo que sucedía, cogió al cuervo, y cortando las puntas de sus alas, se lo llevó a sus niños. Le preguntaron sus hijos acerca de qué clase de ave era aquella, y les dijo: para mí, sólo es un cuervo; pero él, se cree águila.
Moraleja: Es inteligente dirigir el esfuerzo y la dedicación en lo que realmente uno sabe y en lo que se conoce y no en lo que no nos corresponde. En síntesis: zapatero a tus zapatos.
El cuervo y la culebra
Andaba un cuervo escaso de comida y vio en el prado a una culebra dormida al sol; cayó veloz sobre ella y la raptó. Mas la culebra, despertando de su sueño, se volvió y la mordió. El cuervo viéndose morir dijo: ¡Desdichado de mí, que encontré un tesoro pero a costa de mi vida!
Moraleja: Muchas veces queremos poseer bienes o cierto tipo premios, pero siempre es aconsejable valorar si el costo por obtenerlos en verdad vale la pena, si acaso por buscar algo no perdemos más.
El ruiseñor y el gavilán
Subido en un alto roble, un ruiseñor cantaba como de costumbre. Lo vio un gavilán hambriento, y lanzándose inmediatamente sobre él, lo apresó en sus garras.
Seguro de su próxima muerte, el ruiseñor le rogó que le soltara, diciéndole que con sólo él no bastaría para llenar su vientre, y que si en verdad tenía hambre, debería de apresar a otros más grandes. El gavilán le repuso: necio sería si te oyera y dejara escapar la presa que tengo, por ir a buscar a la que ni siquiera he visto.
Moraleja: Es insensato dejar o despreciar los bienes que ya tenemos, por ilusiones, por anhelos que ni siquiera sabemos si los podemos conseguir. Al respecto existe un dicho popular que reza: más vale pájaro en mano que cien volando.
La mujer y la gallina
Una mujer viuda tenía una gallina que le ponía un huevo todos los días. Pensó que si le daba más cebada pondría dos huevos, y aumentó su ración. Pero la gallina engordó y ya no pudo ni poner una vez al día.
Moraleja: Si una persona se empeña por forzar, sin conocimiento ni control, eso que le está siendo útil, eso que le está dando frutos es muy probable que pierda lo que ya tiene, que arruine la fuente que le proporciona beneficios.
El mercader de sal y el asno
Llevó un mercader a su asno a la costa para comprar sal. En el camino de regreso a su pueblo pasaban por un río, en el cual, en un hueco, su asno resbaló mojando su carga. Cuando se levantó sintió aliviado su peso considerablemente, pues bastante de la sal se había diluido. Retornó el mercader de nuevo a la costa y cargó más sal que la vez anterior. Cuando llegaron otra vez al río, el asno se tiró de propósito en el mismo hoyo en que había caído antes, y levantándose de nuevo con mucho menos peso, se enorgullecía triunfantemente de haber obtenido lo que buscó.
Notó el comerciante el truco del asno, y por tercera vez regreso a la costa, donde esta vez compró una carga de esponjas en vez de sal. Y el asno, tratando de jugar de nuevo a lo mismo, se tiro en el hueco del río, pero esta vez las esponjas se llenaron de agua y aumentaron terriblemente su peso.
Y así el truco le rebotó al asno, teniendo que cargar ahora en su espalda más del doble de peso.
Moraleja: Existen personas que tratan de evitar sus deberes mediante trucos o trampas, pero a la larga esta conducta las dañara. Es decir, la realidad es que no existen los caminos cortos.
El asno que cargaba una imagen
Una vez le correspondió a un asno cargar una imagen de un dios por las calles de una ciudad para ser llevada a un templo. Y por donde él pasaba, la multitud se postraba ante la imagen. El asno, pensando que se postraban en respeto hacia él, se erguía orgullosamente, dándose aires y negándose a dar un paso más. El conductor, viendo su decidida parada, lanzó su látigo sobre sus espaldas y le dijo: ¡Oh, cabeza hueca, todavía no ha llegado la hora en que los hombres adoren a los asnos!.
Moraleja: Es de tontos tomar como méritos propios los que son ajenos.
La zorra y el leñador
Una zorra estaba siendo perseguida por unos cazadores cuando llegó al sitio de un leñador y le suplicó que la escondiera. El hombre le aconsejó que ingresara a su cabaña. Casi de inmediato llegaron los cazadores, y le preguntaron al leñador si había visto a la zorra. El leñador, con la voz les dijo que no, pero con su mano disimuladamente señalaba la cabaña donde se había escondido. Los cazadores no comprendieron las señas de la mano y se confiaron únicamente en lo dicho con la palabra. La zorra al verlos marcharse, salió sin decir nada.
Le reprochó el leñador por qué a pesar de haberla salvado, no le daba las gracias, a lo que la zorra respondió: te hubiera dado las gracias si tus manos y tu boca hubieran dicho lo mismo.
Moraleja: No niegues con tus actos, lo que pregonas con tus palabras. La congruencia es fundamental para vivir en armonía.
Como se puede constatar, las fábulas predican una moral común y popular, su contenido eminentemente social, implica la relación de la persona con sus semejantes y con su entorno inmediato, brindando siempre propuestas que fortalecen el espíritu humano.
Bueno sería que en México se utilizara este recurso didáctico en el ámbito universitario para fortalecer la conciencia ética de los jóvenes.
cgutierrez@itesm.mx
Programa Emprendedor
Tec de Monterrey Campus Saltillo