Los alumnos le pidieron a su maestro que los enseñara a discutir, a vencer en el diálogo con un contrincante.
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El sabio profesor hizo que un estudiante sostuviera un punto, y otro lo negara. Cuando acabaron sus argumentaciones los hizo tomar la posición contraria: el que afirmaba el punto lo negó; el que lo había negado lo defendió ahora.
Al término del debate los discípulos le preguntaron al maestro:
-¿Quién ganó?
Respondió el profesor:
-Todos perdimos.
-¿Por qué? –quisieron saber los estudiantes.
Dijo el maestro:
-Nadie debe negar o afirmar sino aquello que considera la verdad. No debemos querer triunfar nosotros: debemos desear que triunfe la verdad. Si estamos dispuestos a decir sí o no según nuestra conveniencia, es porque estamos dispuestos a mentir. Eso no es bueno. Que en nuestros labios un sí sea un sí, y un no sea un no. Y si cambiamos que sea porque hemos descubierto la verdad, no por el viento del interés o la ambición.
Los alumnos escucharon las palabras de su maestro y supieron que decía la verdad.
¡Hasta mañana!...