Lo que nos espera
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La contingencia económica que ha significado para el país la súbita caída en los precios del petróleo ha mostrado una vez más la capacidad de reacción que tiene la administración del presidente Enrique Peña Nieto.
En tan solo unas semanas la Secretaría de Hacienda pudo hacerse de un seguro de cobertura de precio que garantiza la estabilidad de las finanzas públicas nacionales para el próximo año. Nadie puede objetar la oportunidad con la que actuaron Videgaray y su equipo. Lejos de que se creara un desanimo generalizado el Gobierno Federal ha podido transmitir confianza a los mercados y a los inversionistas. El peso mantiene una leve tendencia a irse recuperando conforme avance el año, en concordancia con lo que ha previsto el Banco de México, y la inflación declinó por primera vez en 25 años durante la primera quincena de enero.
Son signos claros de que la gestión financiera del país es competente y confiable.
Ahora hemos empezado a conocer la estrategia de contención de la inversión pública para no generar un déficit imprevisto durante este año, y no comprometer la solidez de las variables macroeconómicas para el resto del sexenio. Si nuestro Secretario de Hacienda obtuvo el primer año el reconocimiento de algunas revistas especializadas como el mejor a nivel internacional en su encargo, no podía regresar tal distinción apenas 12 meses después. Ha mostrado destreza, conocimiento y capacidad para adecuar sus estrategias.
Ya durante todo el 2014 se habían venido publicitando los resultados de la reforma hacendaria, que han consolidado un aparato recaudatorio que ha elevado nuestras capacidades de inversión, y eventualmente ha disminuido nuestra dependencia petrolera, ya que en otros tiempos una baja de los precios como la que estamos experimentando ya hubiera arrasado con el presupuesto por más aprobado que estuviera.
Aquí el asunto es que esta situación que atraviesa la administración pública federal será replicada en los estados y municipios, algunos de ellos ya con niveles muy reducidos de maniobra financiera, por sus pesados pasivos, y además por su marcada incapacidad para hacer crecer la captación de recursos propios.
Nada será fácil para nadie. Incluso si el precio del crudo se recuperara a niveles cercanos a la bonanza, ya no será lo mismo, porque el hueco dejado por la drástica caída implicaría por los menos un año y medio para recomponer las cosas. Es hora de que todos tomen medidas precautorias, y en ese sentido la mejor muestra viene, y vendrá del ámbito federal.
Algunos analistas internacionales piensan que no obstante esa situación la reforma energética si supondrá un avance importante para México durante el próximo lustro, no solo en captación de recursos con los nuevos contratos incentivados, sino la creación de un muy importante volumen de empleos que vendrá a ser un revulsivo para toda nuestra economía. Ojalá que así sea porque no estamos en condiciones de seguir posponiendo el crecimiento y desarrollo.
Es muy notorio también que el Gobierno Federal estará enfocando todas sus baterías al fomento del desarrollo en diversos campos, ya no solo el energético ó el de telecomunicaciones e infraestructura, sino también en el sector agropecuario o el pesquero.
Aquí hay también grandes posibilidades de transformación que recibirán recursos frescos de una manera más ágil, directamente a los emprendedores y productores que gracias a la evolución científica pueden encontrar ahora en el ámbito rural grandes oportunidades de negocio, que al mismo tiempo consoliden una nueva realidad social en el campo.
Será muy importante aprovechar las nuevas alianzas estratégicas que el actual régimen ha construido con otras naciones, destacadamente China, para que ya no tengamos la marcada dependencia en el mercado norteamericano que ha terminado por significar una gran vulnerabilidad para el país.
Vamos hacia un nuevo orden económico interno del país. Es muy importante que todos tengamos plena conciencia de ello, para no darnos por sorprendidos en el futuro de corto y mediano plazo. Que sea para bien.