Llamas efímeras
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Las hojas del árbol de China han ido adquiriendo un vivo color rojo. Este árbol tiene la particularidad de transformar su verde esmeralda en amarillos y escarlatas que dan al espectador la sensación de presenciar un espectáculo en llamas. Es como una metáfora al invierno que se aproxima. Metidos en pleno otoño, faltan algunos días aún para la estación más fría del año, pero este árbol pareciera que nos prepara para su llegada haciéndonos presentir una suerte de fogata, con sus llamaradas intensas; con la calidez de su expresión.
Expuestos al sol, se vuelven menos nítidos los contornos de sus hojas; pierden ciertamente su individualidad y se nos presentan todas ellas unidas en un conjunto iluminado que dura muy poco, apenas el tiempo breve que los rayos permanecen. Unos cuantos minutos.
El otoño empieza a despedirse. Llegará pronto el momento en que dormirá la naturaleza, y quedarán entonces los esqueletos de los árboles, sus troncos, la sequedad de sus fisonomías. Por ahora, curiosamente, las escenas que aparecen de los últimos rastros de vida se observan con una animación especial, como la famosa leve mejoría de los moribundos muy poco antes de la despedida final.
Una mariposa se destaca contra el cielo en el soleado patio de la casa. Es de las monarcas y me pregunto si no es que irá retrasada. Es una sola, pero con alas potentes y una emoción intensa en cada aleteo. Su feliz vuelo se detiene por un momento en la enredadera que la conduce a las buganvilias. Aquí se vuelve a parar. Reinicia su vuelo con más energía. No se sabe si desconoce las intenciones del gato negro que la acecha desde hace rato, pero un hermano me explica que si es atacada, ella también tiene cómo defenderse con una sustancia especial que libera su frágil cuerpo. Al final, el gato se queda observando sin poderse atrever siquiera a ir más allá de la cerca de madera vieja. La mariposa continúa su rumbo, se le ve alejarse y perderse en el prístino cielo azul.
En los jardines de algunos parques de la ciudad sobresalen rosas que también son un recuerdo de la intensidad de la vida. En este otoño, son las rosas las que de igual modo exhiben una animación de vida previa al adormecimiento de la vida invernal. Rosas de pétalos amarillos sobresalen en este juego de colores: pétalos apenas hace un par de días formando leves botones, hoy convertidos en la majestuosa integridad de la flor.
Es la caída del sol la que quizá preste mayor serenidad a las hojas que una a una van yéndose, en una alegoría de nuestra propia existencia. Ese sol que pinta de suaves tonalidades todo cuanto de natural se encuentre en su camino. Así también poco a poco con lo nuestro, con el año al que en un mes y días también estaremos despidiendo.
Por lo pronto, a disfrutar de esa serenidad, de esa marcha de las cosas, fugaces despedidas de lo que fue también fugaz presencia alrededor de nosotros. La naturaleza que hoy apreciamos: el rojo encendido de los árboles de China, el aleteo entusiasta de la monarca, el estallido amarillo de la flor. Ahí, momentos antes, momentos únicos, de aquel otro en el que todo dormirá... por un tiempo.
Cine Palacio
La noticia de que pudiera eventualmente convertirse en un centro comercial el Cine Palacio, de inmediato llevó a los saltillenses no sólo a recordarlo como el sitio donde disfrutamos de los momentos mágicos de la infancia, sino a considerar como “nuestro” este emblemático lugar.
El que se vea la oportunidad de rescatarlo para el fin con que se le conoce y lo disfrutamos desde hace más de 60 años es alentador.
En contraste, si se consumara convertir el cine en centro comercial, la calle Victoria perdería con ello el último valor sentimental para los saltillenses. Zapaterías, tiendas de ropa, restaurantes. ¡Bah! Entonces, uniformada con cualquier ciudad del mundo. Cabrían, dolorosamente, aquí aquellos versos de Manuel Machado en una de sus “Soleares”:
“Tu calle ya no es tu calle,
es una calle cualquiera
camino de cualquier parte”.