La verdadera historia de 'El Llorarás', según nuestro cronista Jesús Peña
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Desde chaval había yo escuchado en los noticiarios de radio y leído en los diarios de sucesos, sobre una curiosa leyenda urbana, harto popular, que hablaba de un personaje de la cárcel y al que los presos nombraban con inquina y respeto temeroso El Llorarás.
Se decía de aquel señor, ente, ser imaginario, mito o como a usted le quiera llamar, que era el encargado de ajusticiare de los malditos que habían caído en el penal por haber cometido incalificable acto, violación, estrupro, ultraje sexual, pa que mejor me entienda, en perjuicio de mujeres o niños.
Y un buen día me eché a la calle en pos de aquella curiosa y escatológica leyenda: la leyenda de El llorarás.
Recorrí algunos barrios bravos de la ciudad para entrevistarme con expresidiarios, al penal ya no me dejan entrar, algún día le contaré por qué, y gente que hubiera trabajado como celador o burócrata en la penitenciaría.
El Llorarás, me decían unos, había sido una invención, que luego se convirtió en un mito, para asustar a los que caían en la prisión acusados de abuso sexual.
Otros me aseguraron que tal personaje efectivamente había existido, o existe, y lo describían como un pelao con un falo descomunal, del tamaño, vaya fenómeno, de un envase de Pepsi triple.
Un hombre con un pene como un camello de siete jorobas y en el que cabían 14 golondrinas paraditas y otra más con una patita al viento.
Era el encargado, ¡qué miedo!, de ejecutarse a los violadores.
Me quedé de a seis con la historia y realmente no sabía qué hacer ¿Qué caso tenía escribir un perfil sobre algo así, un personaje de cuento, de ficción, que sólo existía en el imaginario colectivo?
Hasta que ¡albricias!, di con un reputado historiador y psicólogo, el maestro Carlos Manuel Valdés, que me reveló âsepa usted que él trabajó en la antigua penitenciaría de estadoâ, la verdad verdadera sobre esta leyenda, sobre este personaje.
El Llorarás, me explicó Valdés, había sido un prisionero, homicida por cierto, con tendencias maniacoâdepresivas, al que le gustaba cantar a todo pulmón desde su celda esa melodía que hizo famosa Javier Solís y que se llama Llorarás. ¿No me diga que no la ha escuchado?
Le estoy hablando de la época en que el reclusorio se encontraba en las calles de Castelar y General Cepeda, por el centro.
El día que el penal se mudó a sus actuales instalaciones por la salida a Torreón, esto a mediados de la década de los 70, cargó también con esta curiosa leyenda, la leyenda de El Llorarás, que luego degeneró en lo que ya sabemos y que ha perdurado hasta hoy. ¿Qué tal, eh?
jpena@vanguardia.com.mx