La tenebrosa agenda
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En los años universitarios, los comunicólogos conocimos una teoría pomposamente llamada Agenda-Setting, que podría traducirse como teoría del establecimiento de agenda.
A mí no me haga caso (la mitad de la carrera me pasó de noche), pero sé que hay disponible una extensa bibliografía que respalda mi decir.
Esta teoría nos dice que los medios de comunicación masiva influyen directamente sobre la opinión pública al determinar los temas a difundir, así como el espacio e importancia que les habrán de dedicar.
Es decir, los medios no hacen una simple e inocente cobertura de las historias que nos interesan, sino que son responsables de que dichas historias nos interesen y de cuánto nos interesan.
Suena plausible, más cuando al inicio de cada noticiero sale el anunciador gritándonos los titulares como si se tratara del Apocalipsis (y hasta música dramática le ponen); y los medios impresos nos alarman con estridentes encabezados de 200 puntos, en puras mayúsculas y con signos de exclamación: ¡AHORA SÍ NOS CARGÓ LA CANGRE-BÚRGUER!
Espantados, nos llevamos esas ominosas historias a la cama y luego al trabajo, donde necesariamente tenemos que discutirlas con otros Godínez, tan asustados o más que nosotros.
Pues claro que los medios influyen en nuestra agenda de prioridades, digo, no había que ser un insigne teorista de la comunicación para darse cuenta de que las pláticas de café son en un 75 por ciento ecos de lo que publican los medios desinformativos, y el 15 por ciento restante son cosas a las que nos gustaría que dichos medios le dieran cobertura (nomás faltaba hacer el pertinente estudio que lo sustentara, y como McCombs y Shaw necesitaban unos puntos extra para no irse al extraordinario, se juntaron a trabajar después de clases).
Quizás, como estudiosos del fenómeno de la comunicación, necesitábamos que alguien enunciara esta posibilidad, pero no los medios masivos en sí mismos. Ellos por supuesto eran conscientes de este poder desde mucho antes de que a cualquier mequetrefe universitario se le ocurriera encuadrarlo todo dentro de un modelo teórico.
Conscientes de su capacidad para dictarnos su agenda (para decirnos lo que es y lo que no es importante) los medios la han usado en su propio beneficio y el mejor beneficio suele ser vender esta fuerza persuasiva al mejor postor. Y el mejor postor es por lo general (adivinó usted) el cochino Gobierno.
¡Calma! Esto pasa en todos lados, en las repúblicas bananeras como la nuestra y en el llamado Primer Mundo.
Teniendo los medios la capacidad de marcarnos la agenda y poniéndose al servicio del Poder, pues es básicamente que nos tienen discutiendo pendejadas a perpetuidad y nunca, nunca debatimos las cosas que sí son relevantes.
Ello explica que gastemos mucha tinta, saliva y neuronas en asuntos intrascendentes, precisamente cuando estamos a unos días de elegir relevos para el Congreso en San Lázaro.
Deberíamos estar discutiendo la actuación de nuestros últimos representantes, midiendo sus logros (aunque sea con escala microscópica), evaluando su productividad, por diputado y por partido.
Deberíamos estar analizando quién sí dio la cara por los intereses de los ciudadanos y quién nos apuñaló desde su curul. Deberíamos estar evaluando los resultados que nos han reportado las últimas legislaturas y su relación costo-beneficio.
Los medios deberían estar interrogando (pero con preguntas de verdad incómodas) a los candidatos sobre sus respectivas trayectorias y sobre los pendientes que dejan aquellos a quienes buscan reemplazar.
Deberían estar hablando de corrupción, de transparencia, de seguridad y, por supuesto, de megadeuda.
En vez de eso tenemos la cobertura más anodina que se pueda imaginar sobre la campaña de los contendientes, con una clara cargada hacia el priísmo clásico que se antoja a gloriosa felación periodística.
Y como contraste, para que tengamos algo de qué hablar (un hueso que roer) los medios nos dan un puntilloso cuestionamiento a todo lo que haga o deje de hacer el Alcalde de Saltillo.
Uno de los temas fútiles que mejor supieron posicionar los medios en la agenda de los ciudadanos fue el de las fotomultas. Se armó un debate que haga de cuenta que de allí dependía el futuro, el orden, la legalidad, la gobernabilidad, la honra y el crecimiento económico del estoico pueblo coahuilteca.
Cuando lo cierto es que son meras ganas de meter ruido, ruido de caja china, para no voltear a ver a nuestros candidatos que no soportarían el menor intercambio de opiniones.
Si es de su interés, sobre las fotomultas hablaremos después, claro. Pero no cuando lo marque la perversa agenda del poder.
De momento, si le preocupan mucho, mucho, mucho las fotomultas, ¿qué tal si mejor evita exceder el límite de velocidad cuando conduce y así todos contentos?
petatiux@hotmail.com