La solución final
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Comparto la tragedia que vivió el pianista Szpilman durante la 2a Guerra Mundial, con la intención de recordarles a los jóvenes lo que no más debe repetirse
Hace 70 años, precisamente el 30 de abril de 1945, las tropas soviéticas avanzaron hacia la Cancillería del Reich, hacia el mismísimo corazón nazi y fue ahí, en el búnker de la maldad, donde Hitler se suicidó.
El 7 de mayo, Alemania se rindió incondicionalmente ante los Aliados occidentales y el 9 ante los soviéticos en Berlín; sin embargo, la Segunda Guerra Mundial aún no concluía, otro genocidio causado por dos bombas nucleares fue lo que puso punto final a esa terrible guerra. Así, el 14 de agosto de 1945, los japoneses finalmente se rindieron.
El saldo de esa perversa guerra es sobrecogedor: 55 millones de personas en todo el mundo perdieron la vida.
Génesis de la perversidad
La historia de la guerra se empezó a escribir cuando los nazis se apoderaron de Alemania en 1933, bajo la creencia absurda que los alemanes representaban una raza superior y que los judíos, sencillamente, eran seres inferiores y bajo este dogma también inicia el Holocausto, el sacrificio por fuego, el cual se materializó persiguiendo y asesinado, de manera organizada y sistemática, a los judíos, para ello los nazis crearon más de 400 guetos, en los cuales aislaban a los judíos para luego enviarlos a centros de exterminio para hacer realidad la solución final.
Indudablemente, fueron los judíos principalmente el blanco de toda la maldad de los nazis, sus historias de sobrevivencia están colmadas del heroísmo de personas que soportaron lo insoportable y que dejaron a la posterioridad lecciones de vida y esperanza.
Precisamente, ahora que recordamos el fin de este negro episodio de la humanidad, he releído el libro El pianista del gueto de Varsovia (Editorial Turapia/2001) que aborda la supervivencia del pianista Wladyslaw Szpilman (1911 - 2000) durante la ocupación nazi en Varsovia.
Para no olvidar
Hoy comparto la tragedia Szpilman con la intención de recordarles a los jóvenes lo que nunca más debe repetirse, para decirles que ante la discriminación y el odio siempre hay que estar en contra, ya lo decía Martin Luther King: Nuestras vidas empezarán a terminar el día que guardemos silencio sobre las cosas que realmente importan; por eso jamás las nuevas generaciones deben de olvidar que fueron alrededor de 5.8 millones de ciudadanos polacos los que murieron durante la Segunda Guerra Mundial - incluidos tres millones de judíos -, que en total se aniquilaron seis millones de judíos europeos, que también fueron abatidos 800 mil gitanos, que 4 millones de prisioneros de guerra soviéticos o víctimas de la ocupación también fueron asesinados, que en esa guerra se perdió toda cordura, toda humanidad, que ese Holocausto aniquiló a más de 60 millones de personas.
No debemos de olvidar la aniquilación, los campos de concentración, la sangre, los gritos, la manera en que se caminaba entre los cadáveres, pero tampoco los gestos de humanidad, valentía, solidaridad y generosidad de tantos hombres y mujeres que ayudaron y apoyaron â inclusive pagando con sus propias vidas - a los más desprotegidos, a los perseguidos, a las víctimas de esa imperdonable cacería.
Desde adentro
Szpilman escribió su aciaga experiencia después de la liberación de Polonia por los rusos y fue publicada en 1946, con el título La muerte en la ciudad.
Sin embargo, el libro fue embargado por las autoridades polacas al considerar que en él se narraban situaciones que no encajaban con la historia oficial del comunismo. La obra permaneció en el olvido hasta 1998. En el año 2000, se publicó en español.
El autor describe la manera en que, durante los tres años de la existencia del gueto, la población de 400 mil habitantes se redujo a 50 mil, debido a la hambruna, las enfermedades y las deportaciones a campos de concentración y de exterminio.
Artista reconocido
Wladyslaw Szpilman estudió piano en Varsovia y Berlín. Era conocido como uno de los pianistas más prometedores de Polonia. Tenía 27 años cuando estalló la guerra.
En lugar de huir de Polonia decidió quedarse con su familia, confiando que pronto los aliados pondrían fin a tal infamia.
Pero no fue así, al paso del tiempo Szpilman y su familia fueron desalojados de su apartamento e internados en el gueto de Varsovia, ahí se ganó la vida tocando en bares, hasta que su espacio vital se redujo al mínimo.
Entonces inician las redadas en contra los judíos y en una de ellas su familia es enviada a un campo de concentración (los padres, dos hermanas y un hermano), donde son asesinados. Szpilman se salva de milagro, dejando ver a través de su persona la crudeza y concreción de los horrores sufridos y presenciados.
Pérdida total
Szpilman describe la muerte, la crueldad, la degradación del espíritu humano, con pavorosa sencillez, narra el parsimonioso deterioro de su vida, de su entorno, así como las humillaciones sufridas por parte de los agresores y sus compinches.
Es absolutamente impresionante la manera en la cual el autor narra la búsqueda desesperada que tiene que emprender para adquirir sus alimentos, el agua y el cobijo para protegerse del brutal frío invernal Polaco.
Igualmente es terrorífica la manera en que las personas, de todas las edades y condiciones, son seleccionadas para morir en el acto por un arrebato de furia de algún oficial alemán, o bien para ser enviadas a la cámara de gas.
Asesinatos en masa
Szpilman hace presenciar, sin apasionamientos, realidades atroces: como el niño que al intentar hacer contrabando a través del muro es asesinado a patadas por un soldado alemán; el inválido que es lanzado por la ventana de un tercer piso con su butaca; los asesinatos en masa e indiscriminados en las calles o cómo se divertían los soldados obligando a los judíos ancianos o niños, a punta de metralleta, a bailar en la intersección entre el gueto grande y el pequeño.
También comenta: Los alemanes se habían aficionado a hacer películas y un día agruparon a un cierto número de hombres y mujeres en los baños públicos, les dijeron que se desnudaran y se bañaran en la misma sala, y filmaron la curiosa escena con todo detalle.
Todo esto antes de acabar con el gueto y con la intención de desmentir los posibles rumores sobre la maldad alemana, o para mostrar lo bien que vivían los judíos de Varsovia, o para dar a conocer lo inmorales y despreciables que eran.
Milagrosa solidaridad
Arriesgando sus propias vidas, unos amigos polacos de Szpilman consiguen sacarlo del gueto. Estuvo oculto durante mucho tiempo, con la permanente amenaza de morir de hambre, o de frío, o de alguna enfermedad, o de ser descubierto por la S.S.
Wladyslaw Szpilman se las ingenió para sobrevivir, permaneciendo solo, escapando intuitivamente del peligro, ingiriendo agua en estado de descomposición, en condiciones infrahumanas en los áticos de una sombría Varsovia reducida a escombros.
Finalmente un oficial alemán de la Wehrmacht (Wilm Hosenfeld) descubre a Szpilman; al cuestionarlo se percata que era pianista y en lugar de denunciarlo o matarlo, le pidió que toque algo en un piano desafinado que se encontraba en el lugar. Entonces Szpilman interpreta el Nocturno en do sostenido Menor de Chopin, el alemán queda fascinado, desde ese momento le ayuda a esconderse, le presta ayuda con víveres, una manta y un abrigo. Así le salva la vida.
Szpilman sobrevive al último invierno y recupera la libertad con la entrada de los rusos, que como una jugarreta del destino casi lo matan al confundirlo con un alemán por el abrigo militar que llevaba puesto y que le había sido regalado por Hosenfeld. Después de la guerra regresa a su antiguo oficio, siendo reconocido por su talento, pero también por su valentía.
El legado de Szpilman representa una reflexión obligada para las nuevas generaciones que hoy viven en un mundo convulsionado por la violencia, discriminación y el odio.
La denominada solución final representa un recordatorio permanente de cómo el ser humano, bajo gobiernos totalitarios, puede llegar a ser infinitamente brutal y cruel, por ello jamás ha de caer en el olvido.
cgutierrez@itesm.mx
Programa Emprendedor
Tec de Monterrey Campus Saltillo