La peligrosa inconsciencia

El libro “La Cómoda Inconsciencia”, del periodista Ricardo Mendoza, esfuerzo editorial de nuestra casa “VANGUARDIA”, llega en un momento determinante para el país y el propio autor arranca como punto de partida la cuestión de qué es lo que le ha pasado a México: tragedias tantas que lo han dejado en orfandad, pero, al mismo tiempo, buena oportunidad de reencontrarse. 

Esta obra de Ricardo Mendoza, acompañado en la aventura editorial por Jesús Castro, Alejandro Montenegro e Ignacio Alvarado, y que tuvo como presentadores a Ciro Gómez Leyva y Armando Fuentes Aguirre, nos habla de la necesidad de valorar las circunstancias que han sacudido a México y, en sí mismo, también nos refiere la necesidad de revalorar el periodismo que se hace día con día, su misión, sus propósitos, sus efectos. Las repercusiones en una sociedad que ha vivido tiempos de dolor y que en la comprensión de su realidad toma decisiones.

¿Cuál es el fin último del periodismo? ¿Cuáles son los objetivos que persigue y cuál es su luz de esperanza en un terreno tan aparentemente lleno de oscuridades y desazones? Esto se cuestiona Ricardo Mendoza, y establece 10 momentos que padeció México, historias en donde la tragedia y la sinrazón van de la mano.

El escritor y periodista Tomás Eloy Martínez tenía muy claro hasta dónde estaban los alcances de los periodistas justamente en aras de ir tras la noticia que haría de esa sociedad una comunidad armónica, libre, justa. En un decálogo, expresa que no debe escribirse “ninguna palabra de la que no se esté seguro, ni dar una sola información de la que no se tenga plena certeza”, y en el mismo tenor: “Hay que trabajar con los archivos siempre a mano, verificando cada dato y estableciendo con claridad el sentido de cada palabra que se escribe”.

Los trabajos periodísticos presentes en “Una Cómoda Inconsciencia” ofrecen historias que muestran un país que sigue sin resolver problemas fundamentales. Un país que urge de los reporteros la palabra limpia y clara que ofrezca luz para el esclarecimiento de hechos que han dañado a los mexicanos. Cada palabra, se insiste en las aulas de Periodismo, tiene un peso. Detrás de cada palabra hay una responsabilidad. Y con ellas se construye, o más bien, se reconstruye, a partir de las informaciones disponibles, el edificio en que está fincada nuestra sociedad, con sus luces y sus sombras, sus paisajes y sus personajes, sus escenarios, sus historias, sus relatos.

Hacia esa dirección está la ruta indicada. Otra periodista, Ariana Huffington, ha dicho que: “Si nos centramos en lo que funciona realmente y en contar historias, así como en el impacto tangible que están teniendo esas buenas historias, creo que va a tener un efecto multiplicador”. Los ciudadanos cada vez con mayor frecuencia se están comprometiendo en acciones sociales y si los medios de comunicación propician esa consciencia, su tarea se habrá cumplido satisfactoriamente. La misma Ariana sostiene como tesis que el periodismo puede ayudar a acabar con la pobreza, y que las publicaciones contribuyen a tomar acciones, a tomar una posición sobre los temas que nos son cercanos y nos afectan. Sobre los temas que rondan alrededor de nuestras vidas y que al final las determinan.

Esta obra viene a refrescar el sentido del periodismo y a alentar a todos cuantos se dedican a este que de acuerdo con Gabriel García Márquez es el mejor oficio del mundo. Lleva a la reflexión y nos coloca a todos en la cuestión fundamental que plantea: “La Cómoda Inconsciencia”. Hasta dónde cada uno se mueve en ella. Hasta dónde es más fácil para cualquiera de nosotros instalarnos en ella. Y que un mismo estado de cosas permanezca.

Siguiendo de nuevo a Tomás Eloy Martínez, para efectos del periodista, cabe esta primera regla de su decálogo referido aquí antes: “El único patrimonio del periodista es su buen nombre. Cada vez que se firma un artículo insuficiente o infiel a la propia consciencia, se pierde parte de ese patrimonio, o todo”.

El periodista, pues, elige vivir de acuerdo a su conciencia. Y su patrimonio, su único patrimonio, es su buen nombre.