La Navidad de los pobres
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No todos recibirán aguinaldo: el lavacoches, el bolero, el vendedor ambulante. Cualquier trabajo es digno y útil, por más humilde que parezca. Desgraciadamente hay empleos muy mal pagados. Me impresiona ver como sobreviven algunas personas con empleos muy tradicionales, y al verlos siente uno que viaja al pasado. He visto por las calles de Saltillo personas en bicicletas que empujan un carrito con periódico viejo y cartón que recolectan de la basura.
Otros con una carretilla llena de dulces y otras botanas para vender. Incluso todavía es posible ver carretas estiradas por un burro. Señoras fuera de lugares concurridos vendiendo artesanías o con canastas de semillitas, cigarros, dulces. Otros tienen carritos de helados, o para vender comida. Estas personas sobreviven al día, sin que nadie los apoye con financiamiento o los capacite y oriente para mejorar o hacer crecer sus muy pequeños negocios. Necesitamos más empleos y mejor pagados. Que generen un valor agregado y aporten un producto o servicio útil y e innovador para poder competir en esta economía. De esa manera que las personas puedan vivir de forma digna. Esto no se da por arte de magia, se requiere el apoyo de las instituciones, de la sociedad y sobre todo del gobierno que tiene los recursos, la capacidad y el poder de cambiar las vidas de estas personas mediante la capacitación y el apoyo financiero adecuados. El problema es que los recursos para pequeños negocios no siempre llegan a quienes más los necesitan, ni a quienes los harán fructificar. Mientras esto no cambie seguiremos viendo personas sin aguinaldo y sin esperanza de recibirlo en un futuro cercano. La persona más indolente, indiferente, poco solidaria e irresponsable se llama Nadie. Mencionan mucho en las noticias a ese señor: Nadie ayudó a aquel que murió solo.
Pero ¿Quién es nadie? Nadie somos todos, cuando doblan las campanas doblan por ti. Cuando muchas personas ven un necesitado, ninguna lo ayuda, porque espera que alguien más lo haga.
Somos muy poco solidarios ante la desigualdad de ingresos. Cuantas veces pasan a nuestro lado personas necesitadas y pocas veces les damos la mano. En esta época del año el bombardeo de mensajes publicitarios programa el cerebro diciéndole tienes que gastar. Estamos ocupados en hacer pendientes, ensimismados en nuestros propios problemas y preocupaciones irrelevantes. Problemas como: Ir a cobrar un cheque al banco y hacer fila, cuando hay personas que no saben lo que es un cheque y nunca reciben uno. Problemas como aquel que tiene tanto dinero, que no encuentra ni en que gastarlo y que, aunque compre y consuma cada vez más, sigue sintiéndose vacío e insatisfecho. Mientras aquí tenemos problemas para bajar de peso, en algunos ejidos y colonias del municipio, aquí en Saltillo, sin ir lejos, se mueren de hambre. Nos agobian preocupaciones como el elegir entre tanta ropa que ponerse, cuando hay personas que solo tienen un cambio de ropa y mueren de frio, del frio del clima y el frio de la indiferencia humana. Nos molesta tener que arreglar el carro y andar a pie unos días, cuando hay personas que a diario se mueven a pie, en bici o en transporte público. Nos quejamos por sentirnos mal por la mañana porque cenamos y tomamos mucho desvelándonos en la fiesta. Mientras hay personas que no durmieron, ni cenaron porque estarán cuidando un enfermo en un hospital público. Hay Saltillenses que -según declararon en entrevista- esta Nochebuena solo les alcanzará para cenar pollo que les regalan los de la receta secreta, o discada o frijoles y tortillas. Cuando nos olvidamos un poco de nuestros grandes problemas y volteamos a ver â sin indiferencia- los de los demás somos cada vez más felices. Que vivamos una feliz Navidad, lo importante no es lo que cenemos, sino que Jesús nazca en nuestros corazones, preparemos su llegada.