La Habana y Washington
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Andrew Selee
El fin de semana pasado sucedió lo imposible. Se reunieron los cancilleres y luego los presidentes de Cuba y de Estados Unidos por primera vez en más de cincuenta años. Más de dos décadas después de que se acabó la guerra fría, terminó uno de los conflictos abiertos que aún quedaba de ese periodo, una reliquia de otros tiempos, sustentada por fuerzas políticas internas en cada país, sin sentido ni lógica geopolíticos.
Pero ahora empieza la parte difícil de la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. No hay vuelta atrás y seguirá adelante la apertura, pero después de los festejos por estos encuentros, empezarán a notarse las diferencias, los desencuentros y los malentendidos. Los dos mandatarios, Raúl Castro y Barack Obama, hicieron la parte más difícil en negociar el marco de la normalización y sentarse a hablar, lo cual merece respeto y reconocimiento, pero ahora viene la parte de los detalles en donde se darán muchos estires y aflojes y algunos tropezones.
Obama, a quien siempre le pareció ridículo el estatus quo con Cuba, un artífice de una época pasada que inició antes de que él naciera (como él dijo varias veces), no cuenta con el apoyo en el Congreso de Estados Unidos para derogar el embargo o aprobar un embajador a Cuba. Es probable que haya una mayoría en el Congreso a favor de la apertura hacia Cuba, pero hay núcleos ferozmente opuestos a esto que pueden bloquear cualquier avance con procedimientos parlamentarios. Así que Obama tendrá que acotar e ir eliminando lo que pueda del embargo con medidas ejecutivas, algo que tiene amplios márgenes para hacer, pero que no llevará a una resolución completa del tema, y probablemente enviará a un encargado de la embajada que tenga nivel de embajador, que es una salida digna si no perfecta. Será un proceso gradual, accidentado, incompleto, por lo menos en los próximos años.
Por otro lado, sospecho que Raúl Castro tiene sus dudas sobre el nivel de apertura que quiere con Estados Unidos, y sospecho que tendrá límites que querrá poner al proceso de distensión. Ya ha salido un tema menor, pero que puede llegar a tener dimensiones complicadas, de querer seguir imponiendo restricciones en la movilidad de diplomáticos estadounidenses en la isla para que no salgan de La Habana, aún después de la normalización de relaciones. Habrá muchas demandas y contrademandas de ambos gobiernos en este proceso de acercamiento. Castro quiere abrir relaciones y obtener inversión, pero no desea que el sistema actual en el país cambie demasiado en el proceso.
No sé cuál será el desenlace de estas negociaciones, pero lo que queda claro es que lo hoy tenemos es infinitamente mejor de lo que teníamos antes. Ya dejó de existir la última relación sustentada en valores de la guerra fría, en que dos gobiernos ni siquiera reconocían la existencia del otro. Habrán muchos jaloneos y dificultades en avanzar hacia tener el tipo de relación normal que debe existir entre dos países vecinos âe igual que México y Estados Unidos, Cuba y Estados Unidos son vecinos, ya que comparten una frontera en el marâ pero los pasos más importantes ya están dados. Si bien habrá problemas, ahora se los pueden dirimir a través de los canales diplomáticos y en conversaciones directas entre las partes. Esto es un cambio radical y muy bienvenido.