La epopeya que falta: Gabo vivirá para contarla
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Si el lunes García Márquez movilizó a millares de lectores por las calles de la capital mexicana para rendirle homenaje en el Palacio de Bellas Artes, en una jornada que culminó con la presencia y los mensajes de los presidentes de México y Colombia, y el martes desbordó el centro de Bogotá alrededor de la catedral donde se le despidió con el Réquiem de Mozart, el Gabo preside también desde ayer la agenda de las conversaciones en la Feria Internacional del libro de Buenos Aires.
Por acá participamos en la apertura de las Jornadas Profesionales de este cuadragenario encuentro de lectores, escritores, editores, libreros, traductores y diseñadores de libros de todo el mundo. Y desde el jueves Santo de la partida del Gabo, hasta hoy, podrá usted haber leído o escuchado que García Márquez fue uno de los padres del boom latinoamericano, uno de los patriarcas del realismo mágico, entendido como exploración literaria de nuestras realidades profundas. Que nos entregó un nuevo mundo de dimensiones bíblicas. Que fue el creador de territorios imaginarios que conectaron y siguen conectando con las realidades concretas de un universo de lectores pocas veces visto, territorios que además cautivaron y seguirán cautivando a lectores de las más diversas culturas. Que Macondo existe desde siempre y que su descubrimiento por García Márquez vino a trazar el mapa para entender la sangrienta historia de su país y del continente americano.Y que la ascensión de Remedios la Bella en Cien Años de Soledad cambió la vida y el imaginario de legiones de lectores, además de que su obra abrió una senda nueva para varias generaciones de escritores.
Ínfimos mercados
Pero a todo lo que se ha escrito sobre esta obra prodigiosa y este personaje lleno de amor, faltaba agregar algo fundamental que no podía escapar en un encuentro como este de la Feria del Libro de Buenos Aires: que García Márquez no sólo se convirtió âdesde América Latina y no desde Españaâ en el escritor contemporáneo más importante en lengua española, sino que se erigió en el único escritor latinoamericano que a su escala: una escala de decenas de millones de ejemplares, venció las barreras que históricamente han obstaculizado la circulación de los libros de nuestros escritores en todos los países de nuestra región lingüística.
Una de las claves que mencionamos aquí para explicar este fenómeno fue que la circulación de los libros de Gabriel García Márquez no se limitó a entrar en competencia por alguna porción ínfima del, de por sí, ínfimo mercado de lectores de cada uno de nuestros países, vistos como mercados aislados, sino que rompió ese cerco del mercado realmente existente y creó nuevos lectores, por millones.
Duelo y epopeya
De esta explicación se derivó otra: que la obra del Gabo no sólo conquistó a la más exigente crítica académica, al universo más riguroso del análisis literario, sino que fue conquistando a un público popular que se multiplicaba y se sigue multiplicando, con lo que fue así abriendo el mercado a un universo de lectores que llegaban por primera vez al mundo del libro.
En este sentido, en medio del duelo por la muerte de este grande de nuestras letras y de nuestra vida púbica, que compartimos con Mercedes, su compañera de vida, sus hijos y sus nietos, la buena noticia es que el fenómeno García Márquez muestra que sí se pueden romper las barreras para la circulación del libro en el mercado hispanoamericano. Hay nuevas condiciones para que América Latina avance en la vía de integrar un verdadero mercado del libro: un mercado de una veintena de países y de casi 600 millones de habitantes en busca de superar la incomunicación y el aislamiento.
Y Gabo vivirá para contarlo, para contar con su obra la epopeya de haber roto el viejo cerco del aislamiento cultural, del raquitismo endémico de las industrias editoriales de cada país de nuestra América, de la precariedad de sus tirajes y mercados y de las malformaciones en la circulación de sus productos culturales.
Por José Carreño Carlón
El autor es el director general del Fondo de Cultura Económica