La conciencia desechada
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Se puede ver el sol de frente.
Parecería una locura hacerlo en días primaverales pero estos cielos nubosos de enero lo permiten. Levantas la mirada y ves el mismo sol de siempre pero con un espeso velo de niebla. Es solo un resplandor tenue y observable. No hay que bajar la visera del automóvil ni bajar la mirada hacia el pavimento.
El invierno conserva su frío a pesar de los mediodías soleados. La gente sigue enfundada en indumentarias abrigadoras. El clima de los noticiarios radiofónicos y televisados, las primeras planas de los informes de diaria periodicidad y esa red de algarabía silenciosa, que enciende pantallas diminutas en las manos y ante la vista de un número creciente de usuarios, tiene un clima invernal también. Le falta el calor de la noticia que truena como un estallido liberador.
Claro. Hay algunos triunfos deportivos de localidades conocidas. Algunos premios inesperados de compatriotas que destacan y son ovacionados. El escándalo del bien en ámbitos eclesiales no parece ser valorado en todo su relampagueo esperanzador. En el tablero político se colocan alfiles, enclenque caballada y torres con candado en medio de peones de una voluble infantería, Se dan enroques y jaques efímeros de pedruzcos y guijarros verbales.
Se gasta sin mucho control y el ahorro se vuelve avariento o solo simbólico, atado a los mínimos. Los profetas de calamidades sueltan sus augurios catastróficos, de cinturón apretado, de inversiones frustradas y de inseguridades en aumento. Los más radicales hacen diagnósticos condenatorios con un elenco de adjetivos denigrantes. No falta lucidez penetrante, ponderación acertada, colmillo crítico. Jóvenes hay que ya muerden el dedo que les quiere dar atole y afilan la inteligencia para seguir pensando en medio de la banalidad y la chabacanería.
Los saltos de guarache grande se vuelven espectáculo y develan el poder de los estereotipos del falso éxito y relumbrón (casona, carrazo, hartazgo, moda, ocio y viaje). La fama, la lana y la dama. El poder, el tener y el placer apoyados en la corrupción que entrega conciencia por llenar bolsillo.
Muchos soles se ven de frente ahora en este invierno de época porque ya no deslumbran. El riesgo es que siga la costumbre de buscar a quien acusar sin recordar lo que decía la décima musa: “sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis” o ¿cual es más de culpar, aunque cualquiera mal haga: el que peca por la paga o el que paga por pecar?... Sin evolución de la conciencia, cualquier revolución puede volverse contra sí misma...