La ciencia siempre llega tarde
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La maldad del diabólico doctor Frankenstein, nieto de Víctor Frankenstein, el personaje de la novella escrita por la inglesa Mary Shelley, parece no tener límites. Cegado por el dolor que le causa la muerte de su esposa por un tumor cerebral, este científico loco trabaja sin descanso en su laboratorio, lugar en donde realiza macabros experimentos con un solo propósito: Traerla de vuelta de la muerte.
Para lograrlo, el malvado doctor Frankenstein secuestra mujeres inocentes para ¡Trasplantarles el cerebro!; y aunque fracasa en muchos de sus intentos, eso parece importar muy poco pues la práctica le permite afinar su técnica. Los resultados de los fallidos experimentos son lanzados a las calles, causando terror entre la población. Pero había más, pues al tiempo que intentaba trasplantar un cerebro para su mujer, busca también crear al monstruo perfecto, uno invencible y que obedezca sólo a sus órdenes; pero esta abominación solo puede ser posible si tiene ¡El cerebro del mismísimo Santo!
Claro que esto agrada muy poco a El Enmascarado de Plata, quién junto a su gran amigo Blue Demon, enfrenta al malvado científico, que jamás imaginó que los superhéroes mexicanos tenían no solo cerebro, sino corazón a prueba de todo. Al final, el bien vence al mal, y con esto se logra evitar una aberración de la ciencia médica. La película El Santo y Blue Demon contra el doctor Frankenstein fue estrenada en 1974 y pudiera catalogarse como cine bizarro. En ese tiempo, nos parecía entretenida pero francamente ridícula, pero 40 años después la ciencia puede darnos una sorpresa.
Y es que la semana pasada, la comunidad científica se sacudió con un artículo publicado en la revista Surgical Neurology International. En esa publicación, el doctor Sergio Canavero, del grupo de neuromodulación avanzada de Turín, Italia, propone el trasplante de cabezas para salvar la vida de personas cuyos órganos están plagados de cáncer. Asegura que en solo dos años más, en el 2017, la ciencia y la tecnología estarán disponibles para prevenir los principales obstáculos, como la fusión de la columna vertebral y prevenir que el sistema inmunológico del cuerpo rechace la cabeza implantada.
Canavero anunciara este proyecto en la conferencia anual de la Academia Americana de Neurocirugía. Como antecedente, cita un experimento de 1954 llevado a cabo por el cirujano soviético Vladimir Demikhov, que realizó un trasplante de cabeza en un perro. El experimento de Demikhov fracasó pues el cachorro solo sobrevivió dos días.
La publicación, dice que el primer trasplante de cabeza con éxito se llevó a cabo en 1970 y fue dirigido por el doctor Robert J. White de la Universidad Case Western Reserve en Cleveland, Ohio. La cabeza de un mono se trasplantó en el cuerpo de otro; y el mono vivió durante nueve días hasta que su sistema inmunológico rechazó la cabeza.
Desde entonces, muchos de los procedimientos quirúrgicos implicados en el proceso han progresado enormidades y en palabras de Canavero: Estamos en un momento en que los aspectos técnicos son viables. El científico italiano, aclara las dudas que surgen en algo tan delicado y complejo. Afirma incluso que una vez realizado el trasplante, la persona se despertará y será capaz de mover y sentir su cara y hablar con su misma voz. La fisioterapia permitiría a la persona caminar en meses.
Hace menos de 100 años, la posibilidad del trasplante de cornea, corazón, hígado, páncreas, pulmón o riñón parecían un asunto de ciencia ficción y hoy se practican a diario. Lo mismo puede suceder con el trasplante de cabeza. De acuerdo con el doctor Canavero, 50 personas se han ofrecido como voluntarios para el cambio de cabeza y con ella, el órgano más complejo creado desde la aparición de la vida: el cerebro.
Por lo pronto, habrá que proponer este procedimiento a algunos personajes a los que les urge este trasplante y unos más cuyos cerebros serán muy bien valorados pues jamás han sido utilizados; están nuevos. Lo triste en esta historia, es que la posibilidad del Trasplante de cabeza estará disponible solo hasta el año 2017, lo que nos confirma una sola cosa: La ciencia siempre llega tarde.
@marcosduranf