La censura y censores
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A mí no me gusta la censura, pues soy muy censurable. Me alegra por eso que ya no exista en México esa institución tan antipática ejercida por agrupaciones u oficinas gubernamentales más antipáticas aún, y por censores antipatiquísimos.
Hubo en pasados tiempos una institución llamada Liga de la Decencia. La formaban damas y caballeros muy católicos, muy adinerados y con influencia en las altas esferas oficiales. La secretaría de Gobernación les hacía mucho caso, y dictaba inmediatas providencias en los términos indicados por esos ceñudos inquisidores. La censura eclesiástica era aún más rigurosa. Todas las películas de Tin Tan, por ejemplo, cuya ingenuidad nos hace ahora sonreír, aparecían en las hojas parroquiales con la clasificación C3: Prohibidas por la moral cristiana. En aquellos años ver cualquiera de esas películas era casi motivo de excomunión. Una de las preguntas obligadas que el confesor hacía a los penitentes era: ¿Has visto películas prohibidas?.
La censura se mostraba inflexible, sobre todo en lo tocante a las cosas divinas. Agustín Lara, que era muy dado a las exageraciones, usó una hipérbole muy bella y expresiva en su canción Palabras de mujer. El texto original de esa canción decía así: Aunque no quieras tú, ni quiera yo, ni quiera Dios, hasta la eternidad te seguirá mi amor. Tal es la letra auténtica, la versión original; en Radio Concierto la tenemos interpretada por Toña la Negra.
Pues bien: intervino la censura y la secretaría de Gobernación prohibió a las estaciones de radio trasmitir esa canción de Lara. En esa época las prevenciones de Gobernación tenían más fuerza que en la Rusia imperial tuvieron los ucases de los zares, y eran más temibles. No obedecerlas implicaba el cierre de la estación, y penas severas a los concesionarios. Dejó de oírse, pues, esa canción de Lara, hasta que el propio compositor se avino a cambiar la letra para quitarle aquel vehemente apóstrofe que la censura consideró sacrílego. La letra quedó así: Aunque no quieras tú, ni quiera yo, lo quiso Dios....
Otra canción de Lara que sufrió censura fue Aventurera. La censuró la Liga de la Decencia, y la censuraron también -en el sentido de reprobarla- los asiduos clientes de lupanares y mancebías de Guatimotzin, el barrio pecaminoso de la Ciudad de México. Las daifas que ahí prestaban sus servicios -y todo lo demás- cobraban un peso por sus servicios. Luego de la canción de Lara empezaron a cobrar dos, pues tomaron al pie de la letra el consejo que el músico poeta daba a las mujeres de galante vida: Vende caro tu amor, aventurera....
Pero el ejemplo más risible -y más inverosímil- de censura lo tenemos en el caso de la canción La marcha de las vocales, de Gabilondo Soler, Cri Cri. La Liga de la Decencia intentó prohibir que se enseñara a los niños esa canción porque decía: Primero verás / que pasa la A / con sus dos patitas muy abiertas al andar. Los censores consideraron que eso de las dos patitas muy abiertas se prestaba a pensamientos lúbricos. Si no fuera porque temo que reaparezca la censura diría yo para comentar ese hecho verdadero: ¡Háganme ustedes el recabrón favor!.