Imperdonables
COMPARTIR
TEMAS
El canal de cine clásico TCM homenajea este mes al vaquero de vaqueros.
Si pensó en Joan Sebastian, suelte el VANGUARDIA y póngase mejor a leer el TV Notas, porque la verdad no tiene mucho que hacer entre los buenos ciudadanos de la Nación Petatiux.
Hablamos de Clint Eastwood, arquetipo fílmico del hombre del Oeste Salvaje, donde tantas leyendas de violencia se forjaron a balazos (lo siento por los partidarios de John “The Duke” Wayne o de los Hermanos Almada).
Cuando inició el precioso periodo tardío de su carrera, Eastwood parecía jubilado de los personajes a caballo, pero nos dio una última entrega del género con “Unforgiven” que, además de protagonizar, le valió el Oscar como Mejor Director y Mejor Película en 1992.
El papel antagónico de “Unforgiven” recae sobe un espléndido Gene Hackman, que da vida a Little Bill Daggett, el comisario del pueblo de Big Whiskey, donde se desarrolla principalmente el drama.
Sucede que pese a ser el representante de la Ley y asumirse un pacificador, Daggett no es ningún virtuoso: Hace uso excesivo y ostentación de la violencia, con la que imparte una cuestionable justicia y es en general, como hombre y autoridad, engreído y prepotente.
El pasatiempo de este comisario es la carpintería. Él mismo ha levantado su casa y está orgulloso de ella.
Pero sus dotes como constructor -y por consiguiente el resultado de su trabajo- dejan mucho que desear. La casa es deplorable y tiene más goteras que palanganas para contenerlas.
Y aquí es a donde me interesaba llegar:
La casa (hecha a mano) representa la moralidad del comisario Daggett. El hombre es su casa. El comisario está orgulloso de ella como de sí mismo, no obstante su hogar lo mismo que su código ético presentan demasiadas fallas, defectos y huecos.
Pero tan seguro está Daggett de su forma de hacer las cosas que no mira los desperfectos de su construcción (su construcción habitacional y su construcción humana), ambas hechas a mano de acuerdo con sus convicciones.
Sus propios hombres, sus subordinados, comentan divertidos (a sus espaldas, claro) lo mal carpintero que es su jefe Daggett, aunque nadie en su juicio se atreva a hacerle un señalamiento de frente.
La casa como metáfora del hombre que la erigió y la habita: Tratándose de un personaje corrupto, es necesariamente una morada con huecos enormes que hace agua por todas partes.
Pasa que aunque disfruto enormemente del cine, no me convierto automáticamente y por ello en hermeneuta del séptimo arte. Para mí estos detalles, cuando logro verlos, constituyen auténticas revelaciones.
Y ya analizado bajo esta óptica, el personaje de Gene Hackman sirve como alusión a nuestros representantes de la Justicia y del Gobierno (no del Viejo Oeste, sino de cualquier época hasta nuestros días). Funcionarios que siempre tienen un discurso moralizante, que alternan con una mano las páginas de la Ley y las de la Biblia, y con la otra empuñan la espada de la virtud, inmisericorde pero justa.
Sí, claro.
La experiencia en realidad nos ha enseñado que mientras más hacen alarde de rectitud, mayor es su fragilidad moral. Veamos:
Recuerde por ejemplo, como tenemos un Gobierno Estatal particularmente intolerante hacia el consumo de alcohol y hacia los juegos con apuestas.
Y cual sheriff, su titular ha reglamentado estas actividades hasta casi proscribirlas. Ni hablar, es la visión de quien ahora ostenta en su pecho la estrella de la autoridad. No estoy de acuerdo con sus políticas, puedo disentir y discutirlas, pero nada más. Yo no soy la autoridad.
Lo que me parece destacable sin embargo, es que el comisario no se preocupe por otros asuntos mucho más aberrantes e inmorales, como un robo multimillonario cometido en su propia oficina y en perjuicio de todos los de este árido pueblo sin Ley.
Más escandaloso todavía, es que la autoridad colabore con los bandidos no iniciando una persecución en su contra, e incluso negando que haya existido jamás robo alguno:
“Aquí no hay delito que perseguir”, sale y nos dice el sheriff. “¡Retírense! Vayan todos a la cantina… ¡Ah, no! Esa ya se las cerré… A su casa, todos, pues… ¡Ahora! Y no quiero escuchar a nadie hablar de la Megadeuda o de lo contrario lo colgaré sin juicio”.
No, pos… bien por el sheriff. Que efectivo para restaurar la paz y que bien acomodadas sus prioridades en su escala moral.
Obrar bajo estos criterios, con esta moralidad hipócrita es hacer de la justicia una farsa, del Gobierno una burla y del poder público un instrumento para acallar la voz de su conciencia o falta de la misma.
Pero sobre todo es hacer de sí mismo una casa defectuosa que hace agua por todas partes.
petatiux@hotmail.com