¡Hagamos costumbre!
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Para los que aún contemplamos el cielo con asombro, fascinación y agradecimiento, esta semana fuimos testigos de un hermoso y sorprendente regalo astronómico, me refiero a la superluna; la imagen peculiar de la Luna llena en su distancia orbital más próxima a la Tierra.Â
Espectacular fue admirar las siluetas perfiladas de las majestuosas y serenas montañas que rodean el oriente de nuestra ciudad, esa noche crecidas e inspiradas por la peculiar luminosidad de una Luna que en el fondo del horizonte, sin disimulo, se dejaba entrever, mediando unas entrometidas y caprichosas, largas y planísimas nubes.Â
Con nuevos ojos
Este singular acontecimiento me recordó que precisamente el también domingo 20 de julio, pero de 1969, hace cuarenta y cinco años, el aliento de la humanidad instantáneamente se detuvo. Fue el momento que un ser humano se posó sobre la superficie lunar.
Ese día, la mayor proeza humana se consumó. La promesa de Kennedy, un visionario, se cumplió. El hombre había alcanzado el mayor y más espectacular logro tecnológico de todos los tiempos. En una breve huella, se coronaba el esfuerzo y entusiasmo de miles de personas de las más distintas disciplinas y ciencias.Â
Ese día toda poesía, misterio y sueños, así como la mismísima inspiración y grandeza humana que, desde todos los tiempos, se relacionaba con la Luna, se transformaron, creando una nueva visión y conceptualización del ser humano, de los posibles alcances de su ambición por explorar, descubrir y conocer.
Ese día cambió para siempre la forma de concebir el Universo, pero también de entender y comprender a nuestra finita y maltratada Tierra y los seres que la pueblan, que representa una responsabilidad global que debería estar por encima de toda rivalidad y sistema económico.
Incalculables beneficios
El rastro que dejó ese pequeño paso, ese imperceptible caminar, inmediatamente se transformó en testimonio de lo que el ser humano es capaz de soñar, crear y emprender.
Si lo analizamos retrospectivamente esta hazaña fue una osadía, dado que la NASA, para lograr su objetivo, utilizó la capacidad computacional que ahora se encuentra en cualquier teléfono móvil, ya que estos tienen más memoria que el ordenador del Apolo XI.Â
Las misiones a la Luna tuvieron impactos muy positivos en la ciencia, tecnología, educación y también en la política. Sin su legado no contaríamos con el beneficio de materiales antes impensables, casi de ciencia ficción y de bienes de consumo diario estrechamente relacionados con esos viajes espaciales.
Pero el mayor impacto fue que la humanidad se sacudió para luego incursionar en una época movida por el por qué no, por una hiper-explosión de la curiosidad, creatividad e innovación, realidades que aún nos siguen estremeciendo. Inspirando.
El gran sueño
El 16 de julio por la mañana, encendieron los cinco motores del cohete Saturno V y con sus 111 metros de altura comenzó a ascender dejando tras de sí una estela de llamas de dos kilómetros de longitud.
Llegó el domingo 20 de julio el lanzamiento se consumó y después de 109 horas del despegue, justo  cuando el reloj marcaba las 20:56:15  (Central Standard Time) - las palabras milagrosas se escucharon: Houston, aquí Base de la Tranquilidad: el Águila ha alunizado - Neil Armstrong sale del modulo para posar su pie izquierdo sobre la superficie lunar y anunciar al mundo: Es un pequeño paso para el hombre, pero un gigantesco salto para la humanidad.
Posteriormente, Aldrin seguiría a Armstrong, el mundo incrédulo y extasiado veía, en una incipiente televisión, a dos astronautas recogiendo muestras de rocas, instalando instrumentos, flotando como mariposas, poniendo una bandera norteamericana, develando una placa conmemorativa, dejando medallas de astronautas fallecidos y conversando con el entonces Presidente de los Estados Unidos, Richard M. Nixon.
Horas después El Águila ascendía para encontrarse con Michael Collins quien había seguido la aventura desde la nave madre en órbita lunar, así, lentamente, Apolo XI abandonó el espacio lunar.Â
El 24 de julio, la nave empezó su descenso con una velocidad de 40 mil kilómetros por hora, hacia el Océano Pacífico. En el portaviones Hornett, el presidente Nixon esperaba a la nave que minutos después flotaba en el Océano.Â
El arranque
La carrera por conquistar la Luna tuvo inicio: el 25 de mayo de 1961.Â
Como muchos recordarán en esa época el mundo era sacudido por la por la Guerra Fría. Entonces John F. Kennedy, presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, aprovechó el escenario pronunciando el famoso discurso en el que prometió a la humanidad que su país habría de conquistar el suelo lunar antes de finalizar esa década.Â
Esta fecha simbólica también significó el verdadero comienzo de una beligerancia frenética por la conquista del espacio entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, lucha que hasta esos momentos los rusos llevaban la delantera (Sputnik/ 1957).
Para los Estados Unidos el viaje a la Luna, aparte de las implicaciones científicas, tenía connotaciones estratégicas de índole militar, de protección de los Estados Unidos y del mundo en contra del comunismo, era la lucha de la libertad en contra de la tiranía.Â
Las consecuencias - aunque parezca increíble â de haber ganado la carrera espacial con el alunizaje del Apolo XI, llegan hasta el derrumbe del muro de Berlín e, inclusive, implicó la nueva configuración política, geográfica y económica que hoy el mundo tiene.
Las misiones
Después del discurso de Kennedy, la NASA fue dotada de significativos presupuestos que dieron origen a los programas Mercurio, Géminis y finalmente Apolo. En toda esta aventura se unieron esfuerzos de gente talentosa y comprometida, que tenían una fecha límite para cumplir con su trabajo: 31 de diciembre de 1969, pero también llegar antes que los rusos.
Este reto implicó que, por primera vez, la NASA estableciera objetivos claros y sencillos, así como pequeños pasos para lograr la gran meta.Â
En el proyecto Mercurio se dieron los primeros vuelos al espacio. El proyecto Géminis se enfocó al entrenamiento de acoplamiento y las caminatas espaciales.
En 1966, nace el programa Apolo. Seis vuelos no tripulados se desarrollaron hasta octubre de 1968; Â sin embargo la tragedia también ensombreció el proyecto: el 27 de enero de 1967, mueren tres astronautas en un incendio suscitado en un ensayo en plataforma.Â
Con el Apolo VII se probaron los sistemas de orbita. En el Apolo VIII se voló alrededor de la Luna escapando por primera vez de la gravedad terrestre. En el Apolo IX se examinó el modulo lunar en órbita terrestre. En el Apolo X (mayo de 1969) se rozó la superficie lunar.Â
Todo estaba listo, con el Apolo XI la meta tenía que cumplirse. No había opción para el fracaso: era la última oportunidad para ganar la carrera a los soviéticos quienes pisaban los talones al programa espacial estadounidense.
Espíritu inconmensurableÂ
Es útil recordar las fechas memorables que cambiaron el curso de la humanidad. Es apropiado darnos cuenta que toda propuesta realizada es posible consumarla si se cuenta con un objetivo claro y sencillo, con la planeación inteligente, con los conocimientos necesarios, con las habilidades precisas, con el liderazgo adecuado, con la gente decidida y talentosa, pero sobretodo con la audacia, la actitud y voluntad para transformar los problemas en retos, las tragedias en aprendizajes, los infortunios en nuevas sendas a conquistar.Â
Es significativo aprender que toda gran proeza nace de un breve sueño, de un ideal, de una mente preclara, que luego inagotablemente es impulsada por las mayores fuerzas que toda persona posee: su propia creatividad. Su combatividad. Su fuerza moral.
Por eso, hoy es un día para celebrar la creatividad, el emprendimiento y la grandeza del espíritu humano.Â
Hagamos costumbre para, cotidianamente, conmemorar lo mejor de nuestra esencia. También hagamos costumbre para contemplar el cielo con asombro, fascinación, pero sobretodo con sentido de agradecimiento porque ahí siempre permanece el misterio de Dios
cgutierrez@itesm.mx
Programa EmprendedorÂ
Tec de MonterreyÂ
Campus Saltillo