Gendarmería: otra vez, más policía
COMPARTIR
TEMAS
Hace 20 años dimos a conocer el libro Seguridad Pública en México. Entre las tesis principales incluimos la idea de que el país no necesita más, sino mejor policía.
Ya en 1994 habíamos corroborado que la clase política y los operadores institucionales se alineaban, con base en prejuicios y no en evidencia, a favor del paradigma incremental de la seguridad, según el cual más recursos equivale a menos delitos y violencia. Hoy la evidencia refuta con más fuerza que nunca tal idea.
El presupuesto público para la seguridad creció como nunca antes, lo mismo que la criminalidad y la violencia. Es un botón de muestra el trabajo de Marcos Muedano publicado en agosto de 2013 donde demostró que en 24 entidades federativas subió el número de policías y sólo en 3 los delitos bajaron. Por ejemplo, entre 2004 y 2012 en Durango el número de policías estatales y municipales creció 177% y los delitos se duplicaron (http://www.eluniversal.com.mx/nacion-mexico/2013/
crece-fuerza-policial-local-ilicitos-no-bajan-945198.html).
En otro ángulo, cuando se profundiza en esta discusión con las y los propios policías, ellos invariablemente acusan el déficit de uniformados, reproduciendo en su imaginario el supuesto no demostrado que vincula el incremento de policías con la mejora de la seguridad. Una rápida mirada a la población policial a lo largo del país lleva a pensar que estamos ante un tema más bien político y no técnico, propio de una política pública racional. De no ser así, cómo se explica que haya una variación entre entidades federativas de hasta casi 10 veces en la tasa de policías por cada 100 mil habitantes (http://www.mexicoevalua.org/wp-content/uploads/2013/02/MEX-
EVA_INDX_SJPE-LOW.pdf).
Esto tiene que ver con otra discusión que también hemos lanzado por décadas: el país sigue sin definir un modelo policial moderno, profesional y democrático que oriente la toma de decisiones en los tres órdenes de gobierno. Si no fuera el caso, hace mucho habríamos acordado que el tema debe discutirse en clave cualitativa, no cuantitativa. La discusión principal es qué policía queremos para producir tal o cual resultado; la segunda discusión es cuántos policías se requieren y en dónde, en función de la definición anterior. Entre nosotros es prácticamente imposible encontrar esta fórmula de razonamiento explícita, como soporte de justificación de una decisión que incrementa o disminuye el número de representantes de la policía.
La historia se repite y la pregunta obligada es por qué debemos esperar que los resultados sean distintos. Una vez más el gobierno federal nos entregará más policía. Este viernes 22 de agosto será presentada la Gendarmería, séptima división de la Policía Federal, integrada por 5 mil nuevos uniformados. Habrá pompa y estruendo. Se nos dirá que es un logro, que los gendarmes le darán más seguridad al país, que tenemos una mejor policía y que se cumple con una oferta más del presidente. Los medios de comunicación aportarán su parte y serán de nuevo caja de resonancia, más de las imágenes que popularizan la medida, y menos de las discusiones que filtran su racionalidad democrática. No habrá, como nunca ha habido, una voz política influyente que cuestione la oferta de incrementar la policía. Por si fuera poco, se abonará a la paradoja que provoca el despliegue policial ordenado desde el ámbito federal; por un lado, en efecto tiene el potencial de contener la delincuencia y la violencia âasí sea de manera temporal y focalizadaâ, pero por el otro reproduce el efecto no deseado de transferir hacia el Presidente las respuestas que deberían recaer en las y los gobernadores y alcaldes. Y tal como lo dije apenas a un grupo de funcionarios, jamás habrá policía federal que alcance en un país donde la autoridad local no logra ser el primer y más cercano frente de protección al ciudadano.