¡Exportamos niñas!
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Se trataba de prostituirlas. Venderlas al mejor postor.
Primero las secuestraban. Las convencían de ofrecerles un trabajo en Jalisco o en Guanajuato. Inclusive, algunos padres de estas niñas âlas edades de las pequeñas oscilaban entre los 12 y los 17 años- las vendían personalmente a las hermanas González Valenzuela.
Conocidas como Las Poquianchis, las hermanas operaban en el bajío de México, reclutaban a las menores, las secuestraban, torturaban, ordenaban a sus compinches que las violaran, las obligaban a prostituirse, y luego, cuando enflacaban o se veían demacradas y cansadas, o desobedecían a sus patronas, éstas las encerraban en sus calabozos subterráneos, y ahí las orillaban canibalismo, pues sin saberlo las menores, se comían a sus compañeras en un guisado disfrazado de chicharrón en salsa roja
Eso era lo más aceptable que podían soportar las niñas para permanecer con vida, pues al terminar abortando, enfermando o negándose a obedecer, eran asesinadas a palazos, o las obligaban a matarse la una contra la otra...
Al cumplir los 25 años eran consideradas como viejas por sus explotadoras, y las pasaban a manos del verdugo, quien tras asesinarlas a palazos o al dejarlas caer desde la azotea de un tercer piso, ahí mismo las enterraban en el cementerio clandestino que tenían detrás del burdel denominado Las Poquianchis, en San Francisco del Rincón, o debajo del piso del lobby del prostíbulo Guadalajara de Noche, en Jalisco.
Todavía peor que eso, los cadáveres eran incinerados, con pies y manos atadas, y algunas niñas, tras haber salido años antes de sus hogares buscando trabajo, terminaban muertas, arrojadas en alguna carretera, o en el panteón particular de Las Poquianchis.
Cuando finalmente en 1964 se supo todo lo que ocurría en los prostíbulos de las hermanas González Valenzuela, lenonas, tratantes de blancas, asesinas seriales y psicópatas sexuales, éstas tenían ya 20 años operando la más grande red de prostitución en el centro del país en los años 50 y 60.
Delfina, María de Jesús, María del Carmen y Eva, habían ganado millones de pesos explotando sexualmente a menores de edad, y habían hecho millonarios a sus cómplices en los delitos de prostitución, perversión de menores, tratantes de blancas y homicidas.
¿Sus cómplices? Altos funcionarios de los gobiernos de Jalisco y Guajanuato.
Todos ellos, compinches, y desde luego, leales y asiduos clientes de las Poquianchis.
El subprocurador de Justicia de Jalisco, Tomás Gómez Ramírez, principal operador de esta red de prostitución que le dejaba ganancias millonarias, y cómplice homicida, únicamente fue depuesto de su cargo, y fue suplido por otro funcionario
Tras el hallazgo de 91 cadáveres de mujeres y fetos, en los cementerios clandestinos de Las Poquianchis, debajo de los prostíbulos, solamente fueron consignadas 18 personas.
A las hermanas González Valenzuela se les dictó 40 años de prisión a cada una, por los delitos mencionados; dos murieron en la cárcel, una de cáncer y otra por caerle una cubeta con mezcla de cemento en la cabeza.
La historia de Las Poquianchis fue verídica y aun recuerdo las páginas de la revista Alarma, publicación que por alguna razón encontraba siempre en mi casa.
Recuerdo particularmente las fotografías de los fetos, la detención de las hermanas, algunas fotografías de las víctimas y el escándalo mayúsculo que rebasó las fronteras del país, sobre las psicópatas hermanas que durante 20 años habían explotado sexualmente y asesinado a un centenar de menores de edad.
EN NUEVO LEÓN
Recientemente acudí a un taller-conferencia Diálogo con periodistas, organizado por las organizaciones Alternativas Pacíficas, A.C. y Texas RioGrande Legal Aid, donde el tema principal fue orientarnos a periodistas y comunicadores sobre la responsabilidad y ética que debemos imprimirle al tema la trata de personas.
Se nos pidió que en nuestro ejercicio informativo le diéramos acentuación a los criminales, a los responsables, a los lenones, cómplices y delincuentes de este problema social a nivel mundial, protegiendo siempre a las víctimas de este delito.
Ahí manifestaron que Nuevo León ocupa el primer lugar en México en la trata de blancas, a lo que una persona del público dijo en voz alta ¡O sea, exportamos niñas!.
Efectivamente, como lo mencioné en mi anterior columna Se venden vírgenes en Monterrey, el incremento de mujeres jóvenes migrantes en la última década en Nuevo León, ha hecho que la prostitución en el estado sea ejercida en un 87% por mujeres llegadas de Zacatecas, Tamaulipas, Veracruz, Hidalgo, San Luis Potosí, Michoacán, Oaxaca y Guerrero.
¿Y por qué existe tanta prostitución y trata de blancas (explotación sexual de una persona con fines de obtener una ganancia económica)?
Porque en Nuevo León y en la frontera abundan los clientes.
Durante la conferencia comenté que entonces, el principal delincuente a seguir tal vez es el que las explota, pero nuestro peor y silencioso enemigo a encontrar, a localizar, por su complicidad y participación en este delito, son los clientes que pagan por sexo con una niña, con una menor de edad.
Siendo Nuevo León la cuna del empresariado nacional y ubicado como un estado reconocido a nivel Latinoamérica por su aporte económico y generación de riqueza, no es de extrañarse que también sea la capital de los centros nocturnos con giro de table-dance y con más prostitución en el país, junto a Jalisco, el Distrito Federal y el estado de México.
La trata de blancas es una realidad y si aquí tenemos a los cómplices de este delito, seguramente prestigiados empresarios y políticos locales, con toda
seguridad asiduos clientes de esta venta de carne fresca, entonces a los periodistas no nos queda mucho por hacer, excepto denunciarlo.
En mi pasada columna hablé de lugares, domicilios, nombres de personas y qué se encuentra en cada lugar, incluyendo vírgenes menores de edad vendidas al mejor postor ¿y qué hizo la autoridad? Nada. Les pusimos la investigación en charola de plata, y no hicieron, ni harán nada.
Hoy denuncio nuevamente este delito en Nuevo León con niñas y menores de edad que provienen de varios estados del país en busca de trabajo.
No hay un margen de similitud entre lo que ocurre en Nuevo León con lo que sucedió en los 60 con las Poquianchis. Pero ¿a qué nos vamos a esperar en México para perseguir a los traficantes de personas, órganos y explotación sexual de niños y mujeres?
Como lo dije en la conferencia, podemos meternos al ojo del huracán como periodistas para investigar y seguir denunciando este delito, pero mientras haya clientes pagando por servicios sexuales con menores de edad en Nuevo León, y estos clientes pudieran ser poderosos empresarios en la entidad y políticos igual de poderosos, los periodistas no podremos hacer más trabajo que el de informar.
¿Y usted cree que con informar y denunciar desde un periódico, desde una publicación, la autoridad irá tras los cómplices âclientes- del delito de trata de blancas, o trata de personas?
Le puedo asegurar que, como todos los poderosos de México, ninguno de estos pisará ni siquiera, ni por asomo, ninguna cárcel del país.
Ah, y tienen más o menos igual de dinero que Joaquín El Chapo Guzmán.