El gozo de vivir
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La niñita le dijo a su papá: “Me gustaría tener un hermanito”. El señor, bromeando, respondió: “Ya tienes un hermanito”. “¿Cuál?” —preguntó desconcertada la pequeña. “Es uno muy tímido —inventó el papá—, tanto que le da miedo que lo veas. Cuando llegas de la escuela él se sale de la casa por la puerta de atrás”. “Ah, ya entiendo —dice la niña con la carita iluminada—. Como el vecino cuando tú llegas a la casa”… Empédocles Etílez y Astatrasio Garrajarra, los borrachos más ínclitos del pueblo, se hallaban en la cantina “Las alegrías de Leopardi”, local que frecuentaban con perseverancia y asiduidad dignas de mejores causas. Empédocles le contó a Garrajarra: “Estoy tomando un té llamado Té Mulento, que te quita las ganas de beber. Me ha dado muy buenos resultados”. “Pero estás bebiendo” —opuso el contlapache. “Sí —admitió Etílez—. Pero sin ganas”. (Los romanos de la época de Augusto decían “Nunc es bibendum” cuando los asaltaba el gozo de vivir. La expresión significa: “Ahora es el tiempo de beber”. A mí ese gozo me asalta en cada esquina, de modo que ando en perpetuo estado de ebriedad, si no de vino sí de amores. Gloria tibi, Domine)… La maestra se dirigió a Pepito: “Si dos más dos son cuatro, y cuatro más cuatro son ocho, ¿cuántas son ocho más ocho?”. “¡No es justo! —protestó con enojo el muchachillo—. ¡Usted escoge las más fáciles, y la más difícil me la deja a mí!”… Un amigo de Babalucas le preguntó: “¿Sabes dónde está el Mar Muerto?”. Respondió el badulaque: “Ni siquiera supe que estaba enfermo”… El presidente del consejo de administración hizo una visita sorpresa a la compañía. Le pidió al jefe de personal que le informara cuántos empleados trabajaban ahí, por sexo. Respondió el tipo: “Me complace hacer de su conocimiento, señor presidente, que todos nuestros empleados trabajan aquí por méritos propios, con excepción de la secretaria del gerente. Ella sí llegó por sexo”… A aquella chica le decían La Gripe. Todos la habían tenido alguna vez. (Pepito sostiene que no se debe decir “gripe”, sino “gripa”. Razona: “Decimos: ‘Ando agripado’, no: “Ando agripedo’”)… Le preguntó el insolente tipo a la muchacha: “¿Cuál es tu signo?”. Respondió ella: “Uno que dice: ‘Prohibida la entrada’”… Una enfermera le dijo a otra: “El médico que acaba de pasar debe ser muy distraído”. Preguntó la otra: “¿Por qué lo dices?”. “Responde la primera: “Lleva un supositorio en la oreja. Al rato se va a preguntar dónde puso su lápiz”… La hija de don Poseidón tenía novio. Una noche el muchacho se presentó ante el severo genitor y le dijo solemne y gravedoso: “Vengo a pedirle la mano de su hija”. Respondió el viejo: “Si no te llevas también lo demás no hay trato”… Simpliciano, joven candoroso, salió en su automóvil con Pirulina, muchacha conocedora de la vida y sus misterios. Ella lo guió al solitario paraje conocido por la dorada juventud con el expresivo nombre de “El ensalivadero”, a donde iban las parejitas por la noche. Ahí la avisada chica le propuso al boquirrubio con sugestiva voz: “¿Nos pasamos al asiento de atrás?”. Contestó el zonconeto: “Si quieres pásate tú. Yo estoy muy a gusto aquí adelante”. (Linda palabra es ésa, “zonconeto”. Mexicanismo ya olvidado, significa “tonto”. Viene de dos vocablos del náhuatl: tzontli, que significa cabeza, y conetl, que quiere decir niño)… ¿Puede un chiste ocultar una historia de tristeza? Veamos éste. Veamos ésta. Veamos esto. Himenia Camafría, madura señorita soltera, le contó a su amiguita Solicia Sinpitier, célibe como ella: “Aquí donde me ves, tengo dos tercios de casada”. “¿Dos tercios de casada? —repitió Solicia—. No te entiendo”. Explicó la señorita Camafría: “Tuve un novio que me juró que se casaría conmigo. Sin embargo tendríamos que casarnos en secreto, pues sus padres no aprobaban nuestro matrimonio porque ellos eran ricos, y yo pobre. La madrugada en que iba a celebrarse la boda llegó el cura y llegué yo, pero no llegó el novio. Como ves, tengo dos tercios de casada”… Otra madura señorita soltera, Celiberia Sinvarón, vio en la biblioteca un libro que le llamó mucho la atención: Coger a Diario. De inmediato se lo pidió a la bibliotecaria. Resultó ser el tercer tomo de la enciclopedia… FIN.