El dedo de Dios
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Desde las redes sociales, numerosos internautas han intentado elucidar la naturaleza del meteoro que se abatió sobre Ciudad Acuña provocando la desgracia de incontables coahuilenses.
La explicación más frecuente responsabiliza a Dios y su infinita furia, desatada obviamente por alguna de las numerosas faltas de nuestra conducta.
En la lógica de algunos, el dedo del Creador devastó nuestra ciudad fronteriza como represalia por las uniones civiles de parejas del mismo sexo.
Yo francamente entiendo cada vez menos al Todopoderoso. ¿Por qué dejarse ir con todo contra nuestros pobres hermanos, siendo que si le molestaban tanto las bodas gay, perfectamente pudo apersonarse en el Congreso para impedirlo? Digo, con seguridad le habrían hecho caso (es Dios) y hubiera evitado así tantas pérdidas humanas y patrimoniales.
Pero está visto, a Dios no le gusta la vía diplomática y como única advertencia nos manda a sus emisarios autorizados (para que de pasada les compremos un burrito). Si no entendemos así, por las buenas, inmediatamente se levanta para darnos una terrible lección, casi siempre en forma de fenómenos cuya explicación racional y condición de “naturales” no debe en ningún momento distraernos de su carácter Divino.
Lo procedente enseguida es pedir a Dios que auxilie a las víctimas de la catástrofe, lo que de plano sí escapa totalmente a mi lógica, pues si nos envía desgracias es precisamente para infligirnos sufrimiento. Se trata de que la pena nos motive a una reflexión que rectifique nuestra conducta, ¿si nos mitiga el dolor cuándo se supone que vamos a aprender? Ahora bien, en vez de pedirle que palie nuestra desgracia, ¿No sería más útil pedirle que no nos envíe más muerte y destrucción? Tal vez, en vez de tanta catástrofe, unas nuevas tablas con Mandamientos actualizados:
XI.- Si eres machito, no desearás al compadre. El lesbianismo sólo se practicará con fines pornográficos.
XII.- No publicarás fotos de tu comida en Facebook.
XIII.- No hablarás en el cine, ni recibirás llamadas o texting.
Y así hasta el XX, nomás se necesitaría algún barbón para recibir estos nuevos designios (en una tablet me imagino), pero ahora con la onda hipster cualquier viejo pachón puede hacerle al Moisés.
Me disculpo por ponerme socarrón, irónico y francamente mamerto con una tragedia tan cercana y tan reciente, pero me parece una afrenta mucho más grave eso de andar apuntando a la Divina Cólera y, peor aún, señalando al prójimo como responsable de un evento que, a menos que insistamos en vivir en el oscurantismo medieval, se explica de una manera sencilla y terrenal.
A Ciudad Acuña le guardo un especial cariño por la breve temporada en que allí viví y laboré. Me mostró siempre su mejor cara a pesar de ser una ciudad poco valorada incluso por todos aquellos que allí encontraron una oportunidad.
Me encantaban sus bares, su democrática calle de Hidalgo y todo su colorido fronterizo. Me gustaba pasearme por las locaciones de El Mariachi y Desperado, sintiéndome un Banderas (claro, de petatiux).
Me apena que Acuñita haya sido azotado por un tornado que, si bien es improbable para la zona, es perfectamente posible, y dado el innegable cambio en los patrones climatológicos, más nos vale estar alerta e ir instrumentando los protocolos pertinentes
El fenómeno fue cosa seria. De cinco categorías de tornado reconocidas, éste se reportó como F4 en la escala Fujita: F0, daños leves; F1, daños moderados; F2, daños considerables; F3, daños graves; F4, daños devastadores. El F5, por suerte el más raro de todos, el auténtico Dedo de Dios se evalúa como “daños increíbles”.
Es tiempo de ponernos solidarios y enviar algo de lo que tenemos a quienes perdieron todo o casi.
Lo ideal sería en realidad mandar donativos en efectivo, ya que fletar una botellita de agua es costoso y demanda un derroche energético. Cuando la desgracia ocurrió en Haití, por ejemplo, es hasta ridículo pensar en lo costoso e inconveniente de hacer llegar un litro de agua hasta allá. Lo que se requiere es dinero para, desde un punto más cercano geográficamente hablando, buscar solventar las carencias con recursos económicos.
Pero por supuesto, es natural que la gente se haya vuelto desconfiada así que ni hablar, contacte con el centro de acopio más cercano e intente cerciorare de que su donativo junto con sus buenos deseos lleguen a buen destino.
Ojalá que Dios no castigue dos veces y se le ocurra mandar a la de por sí vapuleada Ciudad Acuña a la infame Laura Bozzo.
petatiux@hotmail.com