El autoexilio de Pulido
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Alan Pulido bajó tan rápido como subió al pedestal. Llegar arriba le costó un mundo de sacrificio; caer, solamente un desplante.
Es difícil que siga siendo el póster más buscado de Tigres y es muy complicado que logre cicatrizar la herida âjustificada o no- que decidió abrir en el club que lo catapultó a la fama. Una fama que de ninguna manera se traduce en fuero para cristalizar su objetivo.
El delantero, asesorado no se sabe por quién, guardó los tachones y comenzó a jugar con la inmadurez que a los 23 años aún recorre por sus venas. Fue profesional hasta que llegó del Mundial. De ahí en adelante hizo lo que se le ha dado la gana. Puede alegar motivos, pero tiró el trabajo. Puede tener diferencias con la directiva, pero jamás con el futbol, porque de eso vive.
Se autodeclaró transferible ante un supuesto interés del Olympiakos griego, dejó de entrenar, ignoró a la dirigencia, al técnico, a sus compañeros y huyó.
Pulido aún está demasiado verde como para enajenar una imagen cargada de rebeldía y sentar estos tipos de precedentes que corroen su carrera. Antecedentes que también rebotan en los más chicos, a quienes les debe servir de ejemplo, no la intransigente postura del canterano, sino para hacer lo inverso: convencerse siempre de que pueden dar más, pero nunca creerse suficiente.
No está claro el conflicto que mantiene con los directivos, de lo que sí hay certezas es del daño que se está fabricando.
Pulido no merecía ni necesitaba irse por la puerta de atrás. Estaba en pleno romanticismo con la gente y el gol. Hay modos y formas de manifestar el enojo, por otras vías, pero el profesionalismo no se mancha. ¿Qué le pagaban poco? Puede ser, pero fue bajo su consentimiento. ¿Qué reclamaba una mejora? También está en su derecho. Es lógico y viable que cualquier jugador pretenda capitalizar con dinero su evolución.
Pero también hay situaciones intangibles en el futbol que son inevitables y corrosivas. Hay futbolistas a los que le hacen creer que las etapas se superan a billetazos y que un torneo bueno lo faculta para tomar atribuciones por encima de la realidad y las reglas.
El caso Pulido no está lejos de estos arbitrarios y nocivos manejos que rodean al futbol y que son capaces de convertir a un jugador que se perfila como de clase A en uno más desteñido públicamente por ciertos trastornos de conducta en una actividad extremadamente celosa con esos detalles.
La directiva de Tigres tiene la firma del contrato en sus manos. A Pulido le quedan dos años más. No se conoce el fondo del asunto, y por lo mismo tampoco se puede depositar toda la credibilidad en la versión oficial.
Lo que sí es evidente es el abandono laboral, un deja vú del conflicto que enredó a Gastón Fernández con el club por allá en el 2010. Cualquier despacho judicial le dará la razón a la institución. La Gata gozó de una falsa libertad por un corto tiempo y después quedó congelado y obligado a reparar el daño
El Olympiakos o el club que sea podrá ampararse y cobijar a Pulido. El Tribunal de Arbitraje Deportivo tendrá la última palabra. Lo más probable es que Tigres gane la apuesta. Lo más seguro es que el delantero pierda mucho. Y mucho más que lo económico.