Del caos
COMPARTIR
TEMAS
Hace unos meses nadie hubiese adivinado que la situación del país llegaría al desbarajuste que nos está tocando experimentar. La caída de la confianza en los gobernantes, en las instituciones y en todos los partidos, ahorita sin excepción, es tan evidente que parecería haber sido diseñada por un loco. Pero no, nadie previó esto y los que han intentado llevar agua a su molino también están embarrados. Las interpretaciones más fantasiosas del proceso que vivimos están en los medios y la credulidad en las mentes. No faltan los que atribuyen a la nomenklatura del PRI (los enemigos de Peña Nieto), la organización tan palpable de la red de intérpretes e interpretaciones que circulan.
Uno de los periodistas más afamados y certeros adelantó, de manera clara, sin posibilidades de que pudiésemos leer equivocadamente, que 17 de los muchachos secuestrados de la Normal de Ayotzinapa pertenecieron a una organización delincuencial relacionada con la venta de drogas. Raymundo Rivapalacio no dice de dónde extrajo esa información que beneficia, en cierto sentido, al Procurador de la República. Aquí, con nosotros, el Alcalde de Allende pidió que olvidemos los muertos de su municipio: déjennos en paz. Más o menos corresponde a dejen que los muertos entierren a sus muertos. La frase es evangélica. De modo distinto podría, exageradamente, traerse a la mente la idea fascista-franquista ¡Viva la muerte!. Y no, ninguna de las dos frases debe aceptarse en nuestro contexto. Los muertos de Allende no son del Alcalde, son nuestros muertos, igual que los de Ayotzinapa. El olvido sería la ofensa más grande que pudiese hacerse a su memoria y a la justicia.
Otra cuestión que ha brotado de forma inesperada ha sido la de los anarquistas. La pregunta sería ¿de dónde salieron unos anarquistas tan organizados?, ¿por qué la justicia no los enjuicia sino que nada más los regaña? Nuestras instituciones hacen agua y la del Poder Judicial (con mayúsculas) tiene muchos hoyos. No hay quienes ganen tanto dinero como los magistrados (dije ganen, corrijo, cobren). Cada magistrado se lleva a su casa diariamente diez mil pesos y no contentos todavía firman en los restaurantes, no pagan en las carreteras, y en unos días recibirán casi un millón de aguinaldo cada uno. Están impasibles viendo el desfile de asesinatos pasar frente a ellos.
Dentro del caos o desorden nacional, como si fuera la cereza del pastel, asomó, nadie sabe cómo, el escándalo de la señora Angélica Rivera, que compró una casa impagable e insostenible. Ella no gana, ni como esposa, lo que cuesta mantener mensualmente esa Casa Blanca, menos su precio. Pero el Presidente debió haber declarado esa y las demás propiedades de su esposa. La ley lo tiene muy claro. El funcionario debe declarar los bienes que posee su cónyuge, aun en el caso de sociedad conyugal por separación de bienes. ¿Por qué será que Enrique Peña Nieto, viejo en estas lides, ignora la ley? Él es culpable de ese faraónico gasto que es, sin la menor duda, un botón de muestra de la corrupción del régimen. Miente la señora al afirmar que le regalaron esto y lo otro. Televisa no obsequia nada. Fue la manera de esa televisora de comprar los favores del poder y asegurarse su benevolencia.
Para el caso de la megadeuda coahuilense también tenemos nuevos datos. Se perdieron los papeles de las negociaciones. Quienes hemos trabajado en archivos sabemos que la burocracia es infinita así como sus reglas lo son. Supongamos que alguien se llevó toda la documentación. Ese alguien tuvo que ser de adentro. Nadie tiene el tiempo y los conocimientos para revisar y escoger cada papel de entre millares y luego sustraerlos. Pero aun así, testificamos que tiene que haber copias en los bancos, en el Gobierno Federal, en el Congreso local y en otras oficinas sobre cada paso dado para pedir, contratar, firmar pagarés y declarar ante diferentes instancias. Un buen archivista podrá reconstruir todo el proceso. Tenemos en Coahuila muy buenos.
Es una pena reconocer que estamos ante una avalancha de datos contradictorios, de trucos, de desviaciones, de corrupción, de caos.