Cuaderno de un Náufrago
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Resulta ahora âo ahora resulta, que no es lo mismoâ, que la política y la moralidad del país se van a regir en base a revelaciones de conversaciones privadas.
Desde hace tiempo el mundo de George Orwell distopiado en la entonces apocalíptica novela de 1984 se ha instaurado entre nosotros.
Si no fuera por esa temprana novela del escritor inglés pocos habríamos vislumbrado las desventajas del totalitarismo y la invasión a la vida privada como herramienta o forma de control político. Todo hombre tiene un esqueleto en su clóset, dicen los ingleses. Y en el ingles británico que hablaba Orwell el clóset no necesariamente es el armario, sino un salón pequeño donde se recibe a las visitas para tener conversaciones privadas y cómodas.
No es que todos tengamos los cinco minutos de gloria que también anunciaba el profeta Andy Warhol: todos los días alguien nos pide que le demos like a su propia página o a la de un amigo o su grupo de interés.
Hace años, cuando vimos azorados y aterrados el video en que Rene Bejarano manipulaba dinero en efectivo, no se nos ocurrió pensar que era una violación a una conversación privada entre dos hombres que cerraban un trato. De ese tamaño era la ignominia y molestia. A nadie se nos ocurrió invocar ese sagrado derechos a la privacidad ante la desmesura de la revelación que acabó con la carrera de varios políticos.
Ahora la historia no se repite: compite.
Yo me pregunto qué persona o grupo estuvo monitoreando las conversaciones privadas de (Lorenzo) Córdova, todos estos días o semanas, buscando cómo atraparlo fuera de la base como se dice en el beisbol... Lamento que ocurra con algo ligado a un tema tan sensible y duro como el respeto a los demás.
Celebro que no lo hayan encontrado haciendo malos manejos del Instituto a su cargo (INE) ni tampoco cochupos o transacciones con políticos en campaña: son muchos los funcionarios locales y nacionales de organismos electorales que no resisten la oportunidad de acercarse y quedar bien con los candidatos en ascenso... (Los cuales por unas semanas están casi en sus manos, tratan de fingir ser sus amigos o proponerles alianzas futuras y al final les llaman para felicitarlos por haber logrado una elección trasparente).
No voy a linchar a Córdova porque ya se disculpó públicamente; lo que sigue es analizar el hecho detrás del suceso.
Ya se disculpó, es humano, esta hecho del mismo barro que nosotros y cometió un error que todos podemos cometer en una conversación privada: el Gober precioso jamás lo hizo y se salió con la suya.
Si le aplican sanción, adelante: su trabajo es que tengamos unas buenas elecciones, no está al frente de los asuntos indígenas. Tengo amigos en Sonora que apoyan fuertemente a los indígenas, pero no los condeno si se les sale la palabra guachos o dicen que alguien parece surgido de Villa de Seris, zona conurbada de Hermosillo con alta población originaria de dicha etnia.
Hacerlo blanco de memes o comentarios en Facebook no va a mejorar la situación de ninguna de las partes en conflicto aunque nos rasguemos vestiduras. El llamado es para nuestra conciencia.
Esa lección de tolerancia me la enseñó Braulio Peralta, a quien alguna vez le cuestionaron por qué no había hecho un comentario sobre un funcionario homófobo que todos estábamos vapuleando mediáticamente... Braulio, adalid de luchas por los derechos de los demás desde hace décadas, comentó que, como el tipo ya se había disculpado públicamente, no tenía sentido estarlo linchando y caer en mensajes de odio, cometiendo lo mismo que rechazamos de gente como él.
Hoy las redes sociales han vuelto a la sociedad y al público, dos cosas diferentes, en un espectador activo, altivo e insolente. Todos somos el Llanero Solitario. Todos somos personajes de Orwell.
Esta revelación caldea los ánimos en vísperas de un proceso electoral. ¿Se acuerda usted de Luis Carlos Ugalde, aquel consejero que apareció en cadena nacional en pleno proceso? ¿Qué habría pasado en el país si, luego de su temprano anuncio de unas elecciones bien hechas en 2006, se le hubiera revelado algún nexo con el poder entrante?
Estamos en manos de Wikileaks. No es necesaria una cámara del Gran Hermano o un comité de defensa revolucionario en nuestra manzana para que lo público y lo privado sean uno solo. El mundo de Orwell está entre nosotros. Al fin llegamos a 1984.
Por Juan José Rodríguez