Crisis alimenticia: La presencia ignorada
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Martín Caparrós lanza un enérgico llamado a la conciencia mundial, un reclamo en contra del despilfarro y la ausencia de humanidad
¿Por qué en un mundo de 7 mil millones de habitantes, que produce alimentos para 12 mil millones, 900 millones de seres humanos mueren de hambre? Esa fue una de las preguntas en la que se basó el periodista argentino Martín Caparrós para recorrer, durante 5 años, ocho países (Níger, Bangladesh, Sudán, Madagascar, India, Kenia, Estados Unidos y Argentina) y escribir sobre la presencia ignorada del hambre.
Caparrós presenció personas que sufren hambre derivada de sequías, pobreza extrema, guerras, corrupción y marginación, fue testigo de seres humanos que, a pesar de tener sobrepeso, se encontraban malnutridos. Martín fue a las causas que provocan el hambre y la desnutrición.
Su libro El hambre (Ed. Planeta) no solo es un ensayo y crónica a la vez que aborda con rigor la problemática del hambre, sino también representa un enérgico llamado a la conciencia mundial, es un reclamo en contra del despilfarro y la ausencia de humanidad. Es una cruda denuncia que sustenta que los hambrientos -unos mil millones - son la gente que le sobra al capitalismo.
LA IMPOSIBILIDAD DE DESEAR ALGO MÁS
En un pueblo de Níger Martín Caparrós estaba conversando con una mujer que durante toda su vida solamente había comido una bola de harina de mijo, en un momento determinado Martín le pregunto a la mujer: ¿todos los días comen mijo? A lo que ella contestó no, solo cuando lo tenemos.
Luego Martín preguntó a la mujer: Si pudieras pedirle a un mago cualquier cosa, ¿qué le pedirías? La mujer respondió: Una vaca que me dé mucha leche. Si vendo un poco de leche puedo comprar las cosas para hacer buñuelos y venderlos en el mercado y con eso más o menos me las arreglaría. Atónito, Martín replicó: Pero lo que te digo es que el mago te puede dar cualquier cosa, lo que le pidas. Entonces ella dijo: Dos vacas. Con dos nunca más voy a tener hambre.
Para una persona que no padece de hambre ese anhelo podría significar poco, pero para esa mujer lo era todo. La gente que padece hambre no puede desear, ni pensar distinto. Carecen de futuro. De horizontes.
(https://www.youtube.com/watch?v=D3amG7eQLao#t=14)
SIN CORAZÓN
Caparrós comenta que cada día mueren 25 mil personas en todo el planeta por causas relacionadas con el hambre; que, además, en 1970 se había 90 millones de desnutridos en todo África, cifra que en 2010 se elevó a 400 millones y que los países del primer mundo - donde se tira entre el 30 y 50 por ciento de la comida -, simplemente los tiene en el abandono.
El autor sostiene que el hambre es la desigualdad: la forma más brutal, más violenta, más intolerable de la desigualdad. No se trata de escases de alimentos en el mundo, sino del endurecimiento del corazón humano. Es cierto, en el mundo no faltan alimentos, sino corazón, como lo comenta Caparrós: Conocemos el hambre, estamos acostumbrados al hambre: sentimos hambre dos, tres veces al día. Entre ese hambre repetido, cotidiano, repetida y cotidianamente saciado que vivimos, y el hambre desesperante de quienes no pueden con él, hay un mundo de diferencias y desigualdades.
OCHO HORAS, OCHO MIL MUERTES
El autor advierte a los lectores sobre la lectura de su libro: Si usted se toma el trabajo de leer este libro, si usted se entusiasma y lo lee en âdigamosâ ocho horas, en ese lapso se habrán muerto de hambre unas ocho mil personas: son muchas ocho mil personas. Si usted no se toma ese trabajo esas personas se habrán muerto igual, pero usted tendrá la suerte de no haberse enterado. O sea que, probablemente, usted prefiera no leer este libro. Yo creo que haría lo mismo. Es mejor, en general, no saber quiénes son, ni cómo ni por qué. (Pero usted sí leyó este breve párrafo en medio minuto; sepa que en ese tiempo sólo se murieron de hambre entre ocho y 10 personas en el mundo. Respire aliviado.)
¿QUÉ NOS PASA?
¡Qué barbaridad! Mientras existen personas que desperdician la comida y recursos como la mismísima agua, hay otros seres humanos que se mueren de hambre y sed. ¿Qué le ha sucedido al ser humano? ¿Por qué esta inconsciencia? ¿En verdad la humanidad ha progresado? ¿En qué consiste entonces el bienestar?
El escritor y periodista español Miguel Delibes tiene algunas respuestas a estas interrogantes dignas de considerar:
El verdadero progresismo - dice el escritor - no estriba en un desarrollo ilimitado y competitivo. Ni en fabricar cada día más cosas. Ni en inventar necesidades al hombre, ni en destruir la naturaleza, ni en sostener a un tercio de la humanidad en el delirio del despilfarro mientras los otros dos tercios se mueren de hambre, sino en racionar la utilización de la técnica, facilitar el acceso de toda la comunidad a lo necesario, revitalizar los valores humanos, hoy en crisis, y establecer las relaciones hombre-naturaleza en un plano de concordia.
¿Es serio afirmar que la actual orientación del progreso es la congruente? Si progresar, de acuerdo con el diccionario, es hacer adelantamiento en una materia, lo procedente es analizar si estos adelantamientos en una materia implican un retroceso en otras y valorar en qué medida lo que se avanza justifica lo que se sacrifica. El hombre, ciertamente, ha llegado a la luna pero en su organización político-social continúa anclado en una ardua disyuntiva: la explotación del hombre por el hombre o la anulación del individuo por el Estado. En este sentido no hemos avanzado un paso.
(...) Así, quede bien claro que cuando yo me refiera al progreso para ponerlo en tela de juicio o recusarlo, no es al progreso estabilizador y humano ây, en consecuencia, deseable-, sino al sentido que se obstinan en imprimir al progreso las sociedades llamadas civilizadas.
¡QUE PAREN LA TIERRA!
() El dinero âcontinua el autor - se erige así en símbolo e ídolo de una civilización. El dinero se antepone a todo; llegado el caso, incluso al hombre. Con dinero se montan grandes factorías que producen cosas y con dinero se adquieren las cosas que producen esas grandes factorías. El hecho de que esas cosas sean necesarias o superfluas es accesorio. El juego consiste en producir y consumir, de tal modo que en la moderna civilización, no sólo se considera honesto sino inteligente, gastar uno en producir objetos superfluos y emplear 99 en persuadirnos de que son necesarios.
() Porque si la aventura del progreso, tal como hasta el día la hemos entendido, ha de traducirse inexorablemente en un aumento de la violencia y la incomunicación; de la autocracia y la desconfianza; de la injusticia y la prostitución de la naturaleza; del sentimiento competitivo y del refinamiento de la tortura; de la explotación del hombre por el hombre y la exaltación del dinero, en ese caso, yo, gritaría ahora mismo, con el protagonista de una conocida canción americana: ¡Que paren la Tierra, quiero apearme!.
CÓMO CARAJO
Los comentarios de Delibes son acertados: estamos como estamos porque al ser humano lo hemos convertido en un medio para ser utilizado y manipulado para fines egoístas, por eso se ignora al hambre.
Es cierto: en lugar de mirarnos como personas nos vemos como cosas; por eso, no reconocemos el rostro de la indigencia; por eso, a pocos les importa el hambre que padecen millones de personas en el mundo. Por eso, escasas personas saben que el hambre es una forma de violencia. La más brutal.
Desgraciadamente, a muy pocos también conmueve y convoca a la personal acción el hambre y la desolación en la que, en estos instantes, intentan sobrevivir millones de mexicanos.
Concuerdo con Martín Caparrós ¿Cómo carajo conseguimos vivir sabiendo que pasan estas cosas?.
cgutierrez@itesm.mx
Programa
Emprendedor
Tec de Monterrey Campus Saltillo