Colas y más colas
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César Garizurieta (César Enrique Garizurieta), llamado “El Tlacuache” por su afilado rostro y la inquieta mirada de sus ojillos perspicaces, era hombre de buenas ocurrencias. Político de la vieja escuela priísta, fue muy amigo del presidente Alemán, su paisano de Veracruz. “El Tlacuache” nació en Tuxpan, en 1904, y murió en la Ciudad de México el año de 1961.
Gozó siempre fama de intelectual, pero la gente lo quería más por sus penetrantes observaciones de la vida mexicana y, sobre todo, de la picaresca política de su tiempo. Fue él quien acuñó una frase memorable, aquella que dice: “Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”. La dijo al salir de una comida que Miguel Alemán, entonces secretario de Gobernación, ofreció para honrar la memoria de Plutarco Elías Calles.
Otra frase se debe al ingenio de Garizurieta: “Amistad que no se refleja en la nómina es pura demagogia”. Alude ese aforismo a la costumbre que tienen los políticos de formar grupos para ayudarse los unos a los otros. Si alguien del equipo consigue llegar a un buen puesto, se lleva con él a todos sus amigos como colaboradores. No sólo cumple un deber de amistad: también se cuida las espaldas.
Con esas dos frases del Tlacuache Garizurieta tiene qué ver la pequeña historia que voy a contar hoy. Trata de un político de Sonora, tiempo actual. Miembro del PRI, tenía militancia, como suele decirse de quien ha pegado carteles, repartido volantes, asistido a mítines, servido como representante de casilla y asistido a todos los informes municipales y estatales. Hacía todo eso porque aspiraba a estar algún día dentro del presupuesto. No quería vivir en el error, sino gozar del discreto encanto de la nómina, que es tan engreidora: aquellos que han probado de esa sopa ya nunca quieren de otra.
Pero pasaba el tiempo, y a él nada le pasaba. Quiero decir que el hombre seguía militando, pero la ansiada chamba no llegaba. Quería ser síndico, o regidor, para luego poder ser diputado y -quién sabe- quizás con buena suerte hasta alcalde. Pero no le llegaba la oportunidad: otros con más militancia que él lo adelantaban.
Un día se decidió a dejar el partido para afiliarse al PRD, que entonces tenía en Sonora muy pocos afiliados, y entiendo que todavía.
-¿Por qué haces eso? -le preguntaron sus compañeros priístas.
Explicó él:
-Es que en el PRI la cola está muy larga. En el PRD, en cambio, la fila es más cortita.
Se fue, pues, con los perredistas. A los dos años, sin embargo, regresó de nuevo al PRI.
-¿Por qué vuelves? -le preguntaron ahora los amigos.
Respondió:
-En el PRI la cola es larga, como dije. Y en el PRD, como dije también, la cola es corta. En el PRI la cola se mueve muy despacio. Pero regreso porque en el PRD la cola de plano no se mueve.
Oí esa historia de política, y el relato me dejó pensando. En efecto, en nuestro estado la cola ya se empezó a mover.