Callejero de la fe
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Conocí a un muchacho de esos de alma vibrante. Le escribí y al poco tiempo me respondió comentándome una historia que considero oportuno compartir
Dicen en la India que los elefantes, cuando van a hidratarse en aguas mansas y reflejantes, con sus trompas remueven el fango del fondo para ensuciar el agua y así esconder sus propias caras, pues les espanta lo que ven, les disgusta su propio reflejo; tal vez, los asusta â o avergüenza - sus desproporcionadas orejas, o sus largas trompas, o quizás sencillamente no les gusta reconocerse y entonces arman esos turbios remolinos.
Ignoro si esa historia es cierta, pero nos sirve como analogía para comentar que en México algo similar pasa. A la mayoría de las autoridades les disgusta reconocer el estado que guarda la realidad en muy diversos temas, como es el caso de la educación (comentado en este mismo espacio) y de la inseguridad; ámbitos que, llanamente, se encuentran peor de eso que las cifras y estadísticas demagógicas, alegre e irresponsablemente pregonan; razón por la cual, valientes organizaciones como Mexicanos Primero y México Unido Contra la Delincuencia, frecuentemente enmiendan la plana de los discursos y las cifras de carácter oficial.
Cifras espantosas
Insisto, en México nos desagrada vernos por dentro, culturalmente nos es muy difícil examinarnos, rendir cuentas, ser transparentes y reconocer las fallas para enmendar el camino.
En materia de inseguridad, por ejemplo, la última Encuesta Nacional sobre Percepción de Inseguridad Ciudadana, realizada justamente por México Unido Contra la Delincuencia, muestra una pavorosa realidad que en mucho contradice al discurso oficial, al revelar que México vive una mayor inseguridad, que existe menos confianza en las instituciones, que el gobierno está perdiendo la lucha contra el narcotráfico; adicionalmente, esta organización acusa al Estado mexicano de no cumplir, en esta materia, ni con los compromisos que él mismo se impone.
La encuesta revela que en el último año se incrementó el número de personas que fueron víctimas de un delito al pasar de 24.5 por ciento a 30.8 por ciento, siendo el secuestro y el robo a mano armada el motivo de temor para 6 de cada 10 mexicanos. De hecho, anuncia que el secuestro ya se volvió, en el imaginario colectivo, tan peligroso como el robo.
Ojos luminosos
Hace apenas unos días, un grupo de jóvenes emprendedores me invitaron como panelista a un foro interesantísimo, la cita fue en la ciudad de Monterrey y en el encuentro se abordaron temas de actualidad sobre el emprendedurismo. Fue ahí donde conocí a un muchacho de ojos luminosos, de esos de alma vibrante, que tienen el corazón desbordado, que se mueven, se levantan, que no se quedan quietos; de esos que cierran la puerta a la cobardía y mediocridad porque hacen de su fe el escudo que les brinda la certeza providencial para superar cualquier perplejidad.
Tuve la dicha de conocer a un joven de esos que siguen sus sueños sin miedo; de esos que brindan esperanza, que hacen ver que este país aún tiene remedio.
Con él sostuve una charla enriquecedora y quedamos de estar en contacto. Luego le escribí y al poco tiempo me respondió comentándome una historia que tiene relación con lo que les comenté sobre la inseguridad y la violencia en México, y que además, por el sentido de su mensaje, considero oportuno compartirlo hoy que inicia la Semana Mayor.
Experiencia difícil
Su escrito comienza así: No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen y donde ladrones penetran y roban, sino que acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen y donde ladrones no penetran ni roban, porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón. y Busquen el reino de Dios y su justicia y lo demás se les dará por añadidura, al leer estas líneas confieso que, de entrada, realmente no comprendí la razón que lo inspiró a escribirlas, pero luego encontré su sentido:
Tenemos solo una vida y tenemos que aprovecharla al máximo â dice en su mail - para convertirnos en personas-fuentes. Por desgracia, te escribo cuando acabo de vivir una experiencia difícil.
Hace 2 días, la noche del viernes 20 de marzo, o más bien la madrugada del sábado 21 de marzo, sufrí un secuestro exprés. Me queda claro que no fue especialmente dirigido hacia mí, sino que me secuestraron al azar
Pues pedí un taxi para ayudar a una persona, (que sobre esto ya te contaré más adelante), de modo que desafortunadamente yo le hice la parada al criminal.
El punto es que terminé en el asiento delantero, encañonado por un sujeto que se encontraba atrás de mí, y con su cómplice el conductor del taxi. Estuve algunas horas detenido, donde aprovecharon (no sé con qué tipo de tecnología) para hacer retiros de mis tarjetas de débito.
Después me llevaron a las afueras de la ciudad, en la carretera. Me bajaron del taxi y me hicieron avanzar hacia el campo
Ya en medio de la nada, había una brecha. Me sentaron ahí y me ataron. Afortunadamente o más bien providencialmente, sólo me dejaron ahí
En algún momento, me dijeron que si quería seguir vivo. Y yo, soportado por la gracia de Dios, me atreví a responder: Mi vida está en las manos de Dios, no en las suyas. Fui testigo de la acción de Dios y de cómo su gracia me mantuvo con cierta templanza ante esa situación.
Logré desatarme, salí a la carretera y pedí ayuda. Estoy bien, sano y salvo, ileso, y aunque si estoy extremando algunas precauciones, analizando los pormenores es muy poco probable que estas personas tengan algún otro acercamiento conmigo.
Te cuento esto, precisamente porque me doy cuenta de lo frágil y lo efímera que es la vida. Lo vulnerable que somos y cómo todo puede cambiar en un instante. La muerte es simplemente cuestión de tiempo.
Y estoy aún más convencido que hay que hacer que la vida cuente. Exprimirle lo más posible. Quiero rescatar de esta experiencia un mayor compromiso con la vida, con Dios y con los demás. Porque de haberme ido antier, me hubiera ido con tantos deseos no llevados a la acciónY espero en Dios que la próxima vez que encare la posibilidad de la muerte, pueda decir: Todo está cumplido.
Te envío un saludo cordial. Y con miras a una futura conversación, quedo a tu disposición. Que Dios te bendiga. ¡Vaya mensaje!
Todo está cumplido
Cuando mi joven amigo dice: Mi vida está en las manos de Dios, no en las suyas. Fui testigo de la acción de Dios y de cómo su gracia me mantuvo con cierta templanza ante esa situación me recordó eso que Francisco Martín Descalzo apunta en relación a la auténtica fe del creyente congruente, la fe â dice el autor - tiene que ser una fuente de goce. No del goce tonto que nos produce comer un helado o ver una película buena, sino ese otro gozo más hondo del equilibrio interior, que incluso puede ser compaginable con estar pasándolo fatalmente por fuera. Porque tenernos que vivir el dogma de la encarnación de manera total, sin escamotear las heridas que la encarnación llevó consigo. Pero ¡sin olvidar que también las heridas resucitaron!.
No licúen
Este muchacho encarna las palabras del Papa Francisco: Por favor, ¡no licúen la fe en Jesucristo!, hay licuado de naranja, hay licuado de manzana, hay licuado de banana pero, por favor, ¡no tomen licuado de fe! ¡La fe es entera, no se licúa, es la fe en Jesús!, es la fe en el hijo de Dios hecho hombre que me amó y murió por mí.
Conocí a un joven de ojos luminosos, a un atleta de Cristo, a un tipazo que vive a contracorriente, que no se deja llevar por los valores averiados, que defiende sus sublimes creencias, que no cede ante el espejismo de lo inmediato y cuya fe, al no haberla dejado licuar, ahora es indestructible, imposible de ser trastocada o atemorizada por las peores de las maldades humanas.
Él es un callejero de la fe que se consuma a diario, dueño de un invaluable tesoro llamado Jesús, que le dio la entereza para no dejarse intimidar por esa violencia que intenta domiciliarse en México y que algunos tratan infructuosamente de esconder tal como lo hacen con el fango los elefantes de la lejana India.
cgutierrez@itesm.mx
Programa Emprendedor
Tec de Monterrey Campus Saltillo